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domingo, 24 de junio de 2007

Reportaje

A continuacion transcribo un resumen de la entrevista a Domingo Cavallo en el Diario Perfil. Para leer el articulo completo, haga click en el siguiente link:http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0173/articulo.php?art=775&ed=0173----
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Por favor espero comentarios críticos del pensamiento de Cavallo utilizando teoría económica. Gracias

REPORTAJE A DOMINGO CAVALLO Por JORGE FONTEVECCHIA

—¿Realmente cree que Kirchner llevará al país al “barro estag-flacionario” o Lavagna “a la hoguera de la hiperinflación” como escribió en cavallo.com?—Sí. Ojalá que no, ojalá que finalmente entiendan bien los signos de la realidad y cambien las prescripciones que pregonan. Hay más posibilidades de que las cambie Kirchner a que las cambie Lavagna, porque veo a Lavagna ideológicamente equivocado. Cuando una persona está ideológicamente equivocada puede cometer los errores de los dogmáticos, mientras que Kirchner es un hombre pragmático. Tiene más probabilidades de darse cuenta de los errores Kirchner, pero se está enredando de una manera que le va a ser muy difícil evitar una estagflación cuando tenga que permitir todos los reajustes de la inflación reprimida. Para evitar que ella se espiralice tendrá que aplicar un parate monetario tan fuerte que va a provocar recesión. Si se diera cuenta y empezara a corregir los problemas de una manera gradual, debería dejar de predicar tanto el dólar alto de Lavagna y predicar la estabilidad de los precios, el mejoramiento de los empleos, los salarios y las condiciones de vida de la gente. —Acusa a Lavagna de dogmático pero esa acusación le cabe también a Ud...—¡No! Por favor. Primero, yo no creo que ni en economía ni en organizaciones sociales haya verdades absolutas, y mucho menos que las verdades absolutas sean respecto a si el cambio tiene que ser alto, fijo, bajo o flotante. Esos son aspectos puramente instrumentales que dependen de circunstancias. En lo que yo tengo ideas muy fijas es en que una economía debe tener reglas. La gran diferencia entre la economía actual y la de los 90, con todas sus imperfecciones, fue que uno sabía a qué atenerse y cuáles eran las reglas. Hoy no hay reglas. Justamente en el tema inflacionario, desde la pesificación no hay reglas monetarias: la Argentina no tiene moneda de valor estable. Y si no tiene esa regla, la puja distributiva se transforma en salvaje, que da como resultado una aceleración de la inflación. A mí me pueden decir que soy dogmático sólo en cuanto a que las instituciones económicas. son importantísimas. —¿Continuará este ciclo de precios altos que beneficia a la Argentina?—Muy probablemente sí, pero no van a continuar aumentando los precios de los commodities como en los últimos tres años. La sensación de mejoría vino por el aumento de precios y no del nivel de los precios, porque cuando un precio se mantiene alto, pero no sigue subiendo, aparecen un montón de oferentes y ahí gana el país que es más eficiente. Si a nuestro sector agropecuario se lo castiga con impuestos y se lo desalienta en cuanto a las inversiones, podremos aprovechar mucho menos que otros países que también tienen la misma oportunidad. Nosotros estamos gravando exageradamente a los sectores en los que habría que hacer inversiones para aprovechar esos precios altos. Una cosa es cuando el precio de la soja pasa de $ 200 a $ 400 (la tonelada), pero otra cosa es que se mantenga en $ 400 porque también los costos de producción de soja van aumentando y, además, cuando un sector recibe un gran beneficio que era inesperado, todo el mundo empieza a tratar de coparticipar en esos beneficios y se los van eliminando: puede ocurrir que dejen al sector sin capacidad de inversión.—Pero el viento favorable para la Argentina se mantendrá.—Muy probablemente sí. Más tiempo que otras veces.—Entonces, ¿por qué vaticina el inminente fracaso de este “modelo productivo”?—Lo que yo vaticino es que va a haber un problema de inflación o la aplicación de una receta monetaria que siempre es recesiva, sobre todo cuando hay mucha inflación reprimida y se decide curarla. Aun con viento de cola internacional, se está gestando un problema inflacionario aquí, dentro de la Argentina.—¿Cómo evalúa la marcha del gasto público?—Es preocupante. Hace tres años que vengo diciendo que el aumento del gasto público bien medido es enorme. Porque el gasto público no hay que medirlo por la caja, sino por lo devengado, por el compromiso que se va asumiendo. Cada decisión que el Gobierno toma compromete gastos muy elevados por un período largo de tiempo. Por ejemplo, lo que están haciendo con el sistema jubilatorio, también por el incumplimiento de la movilidad a que obliga la Ley de Solidaridad Previsional: argumentan que no hay movilidad y la ley dice que cuando aumentan los recursos del sistema de previsión social tienen que dar aumentos en las jubilaciones, los recursos han estado aumentado, y a la gente que ganaba mil pesos le han aumentado mucho menos. O los subsidios para mantener bajas las tarifas o el déficit que van a tener los fondos fiduciarios con los que piensan financiar la infraestructura que dejó de construir el sector privado. Tomemos un gasoducto: lo contrata un fondo fiduciario, dicen que lo van financiar con tasas que les van a cobrar a los usuarios, pero no a todos sino a los grandes consumidores; como esas tasas terminan con un costo del gas para los grandes consumidores al doble del precio que tenían en la época de la convertibilidad, la Unión Industrial reclama, entonces le bajan la carga y la diferencia entre lo que le va a tener que pagar al que construye el gasoducto y lo que van a recaudar la va asumir el Estado.—¿El hecho de que la recaudación del Estado crece mes a mes no resulta una red para el aumento del gasto público?—Lo que primero preguntaría es si el aumento de la recaudación no es simplemente un reflejo de la inflación: a mí me parece que hay una gran parte del aumento de la recaudación que se da porque la inflación es más alta de lo que dicen los índices.—¿Cuál fue para usted la inflación real de 2006?—Tomaría la recaudación impositiva y le restaría la tasa de crecimiento real de la economía, ahí tiene la mejor estimación.—¿O sea?—Entre 15% y 20%. ¿Un poco de inflación ayuda al crecimiento y sólo a partir de un límite produce lo opuesto?—La inflación, en general, desmejora el crecimiento. Puede ayudar en un determinado momento a una reactivación de la economía, pero tiene que ser una especie de inflación correctiva de un proceso de deflación anterior, pero no una que se descontrola.—¿Un poco de intervención del Estado en la economía ayuda al crecimiento y sólo a partir de un límite produce lo opuesto?—Depende de la intervención del Estado. El Estado tiene que intervenir para fijar las reglas de juego porque una economía sin reglas de juego es caótica. Tiene que haber protección a los derechos de propiedad y haber políticas que la gente pueda entender y predecir en el futuro. Los únicos subsidios que se justifican son los subsidios para resolver problemas de extrema pobreza. Ahora, los subsidios masivos, los que benefician a empresas o a consumidores de cualquier nivel de ingresos son una forma de gasto público ineficiente y regresivo. La intervención del Estado discrecional, al ser impredecible, sólo asusta y paraliza las decisiones de inversión, sobre todo las inversiones de mediano y largo plazo. —¿Qué similitudes tiene el dólar alto de la Argentina actual con el de los ‘tigres asiáticos’, como Corea hace algunas décadas?—Siempre el cambio es inicialmente alto pero después van aumentando los salarios y los costos. Que signifique pérdida o no de competitividad dependerá de si aumenta o no la productividad. Tal como está planteado en la Argentina, el tipo de cambio real alto va hacer que disminuya la productividad porque tratan de alentar inversiones sustitutivas de importaciones mientras gravan a los sectores de la exportación, lo que llevará a que se desarrollen sectores más ineficientes y de más baja productividad. Además, cuando un país tiene inflación, todo el sistema empieza a funcionar muy mal, sobre todo el sistema de precios, que es el que asigna los recursos. Y las inversiones que se hacen en un país con inflación son inversiones para un recupero muy rápido.—¿El dólar alto produce inflación?—La promesa de mantener un dólar siempre alto aunque la realidad exija que baje es lo que genera la inflación porque es el Gobierno quien preanuncia que va a devaluar permanentemente.—¿Cómo se mejora la distribución del ingreso?—Colocando los impuestos, la estructura del gasto público y la gestión gubernamental focalizada en cuestiones clave como educación, salud, seguridad. Esos son los instrumentos clave. Si se utilizan el tipo de cambio o los salarios por decreto o impuestos distorsivos como las retenciones, se hace que funcione mal el diseño de la capacidad productiva y la eficiencia de la inversión. Así se termina quitándole a todos y cuando se les quita a todos, se les quita proporcionalmente más a los pobres. El problema de Kirchner y cualquiera que siga con esta forma de economía, es que han vuelto a transformar el tipo de cambio, salarios, precios e impuestos distorsivos en herramientas de redistribución. Para colmo, a principios de 2002, lo utilizaron para provocar una redistribución regresiva, y hay mucha gente diciendo: “Señores, reparen aquello y utilícenlo para beneficio de los pobres”, con lo cual el grado de exigencia y reclamo social va a ser muy fuerte y muy justificado, porque previamente se utilizaron esos instrumentos en contra de los pobres y trabajadores. Mientras se enredan en estas confrontaciones, descuidan la eficiencia en la educación y la salud. También, al no recurrir a la baja de impuestos al trabajo, claramente perjudican a los trabajadores y a los asalariados, porque lo que los empresarios tienen que pagar como impuesto al trabajo se transforma en menor salario de bolsillo aunque figuren pagándolo los empresarios. —Dada la preocupación de Kirchner por “la caja” y no sólo el déficit cero sino ya el superávit, ¿ha sido él más cavallista que usted mismo?—No. Lo importante no es cómo se maneja la caja sino el presupuesto, y no sólo los presentes sino los futuros. Siempre tuve en mente un control del gasto público y del déficit fiscal pero no como una medida para un trimestre sino como un sistema permanente. Kirchner está en las antípodas mías porque él está sentado sobre la caja del día a día, como el “Tío Patilludo”, contando cuántos dólares tiene en el Banco Central o cuánta plata ha dejado de gastar y cuánto ha recaudado, pero no les presta atención a los efectos de mediano y largo plazo. —¿Hizo bien Kirchner en pagarle anticipadamente al Fondo?—Fue una decisión absurda, porque él dice que le pagó para salir de los condicionamientos del Fondo pero sobrecumplió cualquier condicionamiento del Fondo con superávits primarios altísimos. En lugar de pagarle al Fondo, debió haberles dado solución a todos los reclamos justificados sobre el gobierno argentino empezando por los jubilados. ----

Para leer el articulo completo, haga click en el siguiente link:http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0173/articulo.php?art=775&ed=0173

martes, 12 de junio de 2007

Competitividad: ¿qué es y de qué depende?


Competitividad: ¿qué es y de qué depende?

Es común oír que en un mundo global las naciones deben competir para incrementar sostenidamente sus estándares de vida, como si se tratara de una carrera donde sólo una puede ganar. El argumento anterior, que se popularizó a comienzos de la década de los noventa, es erróneo en tanto las naciones, a diferencia de las empresas, no compiten entre ellas sino consigo mismas. Dicho de otra manera, los incrementos o mejorías en estándares de vida de un país no van en detrimento de los ciudadanos de otro. Así, todos los países pueden incrementar sus estándares de vida al mismo tiempo en la medida que establezcan políticas e instituciones que promuevan el crecimiento económico de forma sostenida. Además, en un mundo globalizado el aumento en el crecimiento de un país tiene efectos positivos en el crecimiento de sus socios a través del aumento en flujos comerciales y financieros.
Para entender lo anterior conviene partir revisando las definiciones de competitividad que usan dos de las publicaciones más importantes dedicadas a este tema, el World Competitiveness Yearbook y el WEF Global Competitiveness Report. El primero define competitividad como “la habilidad de una nación para crear y mantener un entorno que sustente una mayor creación de valor para sus empresas y más prosperidad para sus habitantes”, mientras el segundo se refiere a competitividad como “la habilidad de un país para alcanzar altas y sostenidas tasas de crecimiento del producto per cápita”.
Como el crecimiento de un país se puede lograr a través de la acumulación de factores productivos (transpiración), o a través de mejorar la eficiencia con que éstos se utilizan (inspiración), y la evidencia indica que a la hora de explicar saltos en las tasas de crecimiento el segundo de éstos –la inspiración– es mucho más importante que el primero – la transpiración–, se puede concluir que competitividad es sinónimo de capacidad para alcanzar aumentos en productividad que se mantengan en el tiempo. Así, los países se hacen más competitivos cuando aumentan su capacidad para lograr mejoras en productividad –cuando se tienen más incentivos para innovar o se es más proclive a ello.
Además, todos los países se pueden hacer más competitivos al mismo tiempo, si se hacen más productivos.
Pero, ¿qué determina la competitividad de un país? Esta depende del entorno macro y microeconómico, de la calidad de las instituciones y de la capacidad para introducir cambios tecnológicos. Un buen entorno macro es una condición necesaria para facilitar la acumulación de factores y los aumentos de productividad, y requiere de: (i) consistencia entre políticas fiscal, cambiaria y monetaria; (ii) una inflación baja y estable; (iii) cuentas fiscales ordenadas; (iv) transparencia en el manejo de las cuentas fiscales, y (v) reglas del juego estables (ej. aranceles, impuestos, etc.). Pero esto no basta. Además debe existir un entorno microeconómico que incentive los aumentos de productividad por parte de las firmas, lo que requiere de: (i) apertura comercial y financiera; (ii) un sistema financiero sólido y bien desarrollado; (iii) flexibilidad laboral; (iv) una estructura no distorsionada de impuestos y subsidios; y (v) una regulación apropiada de mercados donde existen fallas
(ej. monopolios, externalidades, etc.).
Junto con un entorno macro estable y un entorno micro que provea los incentivos para lograr aumentos de productividad, para aumentar su competitividad los países requieren de una institucionalidad moderna y robusta que haga cumplir las leyes, proteja los derechos de propiedad y donde existan bajos niveles de corrupción. Finalmente, para promover la innovación tecnológica se requiere de (i) incentivos adecuados a la innovación y adopción de nuevas tecnologías; (ii) alta calidad de la educación; (iii) una infraestructura apropiada, e (iv) investigación a nivel de empresas (lazos fuertes entre empresas y universidades u otros centros de investigación). En definitiva, para aumentar su competitividad los países requieren avanzar implementando reformas que afectan a un conjunto de áreas interrelacionadas, no existiendo una política única que pueda crear competitividad, pero donde los resultados dependen de cada país (no se trata de una competencia entre países).


Fuente: Presentación efectuado por don Vittorio Corbo, Presidente del Banco Central de Chile, en Desayuno organizado por la Corporación Nacional de Exportadores.- 27 de noviembre de 2003