Resulta fundamental en el siglo XXI establecer las diferencias entre el enfoque neoclásico y la economía como un sistema de energía, puesto que esta última incluye no solo actividades corrientes de producción, sino también la utilización de la energía, dirigiendo la atención hacia los recursos naturales, las acciones de conversión y reconversión de energía y, finalmente, a actividades que utilizan a la misma para producir bienes y servicios. En esta economía, el capital y la mano de obra realizan funciones de apoyo, conversión, dirección y amplificación de la energía para producir bienes y servicios.
Hasta el siglo XVIII, todas las economías derivaban su energía principalmente de fuentes orgánicas. En los dos últimos siglos, hemos visto una transición de las fuentes orgánicas a las inorgánicas, principalmente a los combustibles fósiles.
Los economistas neoclásicos excluyen la energía de la economía, lo que divorcia a esta última respecto a la ecología o a las fuentes de energía. Esto se recoge en el concepto de función de producción, una aplicación matemática de factores - que incluyen únicamente el capital y la mano de obra - que depende de la tecnología. Como resultado, la contabilidad de los economistas neoclásicos de crecimiento se presenta en términos de crecimiento de capital, mano de obra y tecnología. La energía no desempeña ningún papel en las historias que narran sobre el crecimiento y las fuentes de crecimiento.
Además, la ausencia de energía en el marco neoclásico hace difícil definir el trabajo y el capital. Estos dos factores, con una visión de la economía como sistema energético, extraen la energía de fuentes naturales, convirtiendo y reconvirtiendo para su uso en actividades económicas y, a continuación, dirigiendo esos flujos de energía utilizables para la producción y el consumo de bienes y servicios.
La carencia de la energía en la función de producción neoclásica distorsiona el análisis estándar de crecimiento y de las fuentes de crecimiento. El economista neoclásico no reconoce que en muchos casos, el crecimiento significa, simplemente, una aceleración de las actividades; si estas actividades utilizan máquinas, equivale a una aceleración de las máquinas. Esto establece una relación directa entre la energía y el crecimiento: ya que la velocidad depende a menudo del uso de la energía. Lo que esto significa es que el crecimiento en el suministro de energía es una fuente indispensable de crecimiento económico. Asimismo como consecuencia directa del fracaso de reconocer los vínculos entre la energía y crecimiento, no se indaga la relación dinámica entre el mayor consumo de energía y los cambios técnicos que están dirigidos a aprovechar el creciente suministro de energía. Por ejemplo, la introducción de nuevos conversores o transformadores de energía - tales como los molinos de agua, de viento, o la máquina de vapor - generó un fuerte impulso para la invención de dispositivos que exploten la creciente oferta más barata de energía- sustituyendo energía inorgánica por tierra y mano de obra. El marco de la producción neoclásica no ha alentado la exploración de estas relaciones.
El análisis estándar de las fuentes de crecimiento es problemático porque supone que el trabajo es homogéneo. El trabajo cumple una doble función: el suministro de energía y el control del flujo de energía. Dado que la proporción en que el trabajador promedio combina estas funciones cambia con el crecimiento económico, no se puede que el trabajo es un factor homogéneo en el contexto de crecimiento. Esto pone en tela de juicio el análisis de las fuentes de crecimiento.