Mis pensamientos...

Te doy la bienvenida a mi blog. Espero que sea de tu agrado. No dudes en dejar tu comentario.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Igualdad

Aquí les dejo el último documento de "Carta abierta", organización que se auto-define como "personas de la cultura, la educación, el periodismo, las ciencias, el cine, las artes, la poesía y la literatura, entre otras disciplinas(...) que surgió en marzo de 2008, en defensa del gobierno democrático amenazado por el conflicto suscitado por las patronales agropecuarias, y distinguiéndose siempre por la preservación de la libertad de crítica.

El sitio web es http://www.cartaabierta.org.ar/.

Se esté o no de acuerdo, es importante el análisis y estudio de las ideas vertidas por el espacio.


CARTA DE LA IGUALDAD
I

El triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones del 23 de octubre con el 54% de los votos expresa la voluntad popular por la profundización de los cambios. En esa decisión de millones de personas se vislumbra la apuesta por una política transformadora, perseverante en su irreverencia frente al orden establecido. En su seno, conjurando la totemización del mercado, rescatando voces antiguas de la fragua popular e intentando frente a ellas nuevas formas de lo político, late incipiente la otrora desterrada utopía de la Igualdad. Es acompañada por la validación de un tipo de gobernabilidad que no puede concebirse por fuera de la recreación incesante de lazos constitutivos con una sociedad activa, heterogénea y abierta, y el impulso hacia un extendido compromiso militante que tiene en el entrecruzamiento generacional y la convocatoria activa de la juventud una de sus dimensiones más notables. Los argumentos simplistas de la gran prensa -voto conservador, el consumo, la oposición inexpresiva- son velos que ocultan otros destellos resultantes de ocho años de continuidad que también sostuvieron el 54 por ciento. El humor social, la recuperación de valores que parecían perdidos, la identidad como pueblo, la confianza en un liderazgo, el compromiso creciente en capas de la sociedad para participar en lo público, la perspectiva y esperanza en un futuro.


Recordemos que apenas una década ha transcurrido desde las jornadas de movilización popular de 2001, cuando en las calles se sancionó la derrota política -y comenzó el retroceso cultural- de un modelo económico centrado en el capital financiero y un modo de gobierno consistente en la mera administración de lo ya dado. Fueron días de indignación y luchas callejeras que hicieron visibles y generales otros combates, los que venían sosteniendo organizaciones diversas desde mediados de los años ‘90. Y si aquéllas habían crecido en la resistencia, creando formas nuevas para la política, los acontecimientos de diciembre fueron sancionados con una brutal represión. La crisis desencadenó una transición política que descargó los enormes costos y ajustes del desplome neoliberal sobre las vidas de las mayorías, ya severamente empobrecidas por el régimen caído. Conjuntamente con una aguda recesión avanzó la desocupación, la exclusión, la marginación y la pobreza, mientras la llamada “pesificación asimétrica” transfería ingresos a los sectores más concentrados de la economía.

La Historia abrió una alternativa y una esperanza en 2003. La extendida experiencia política que denominamos “kirchnerismo”, como metáfora nominativa de una capacidad transformadora de características propias, posee un doble carácter: se nos presenta como la evidencia política e institucional de un heterogéneo subsuelo popular irredento en incesante movimiento, capaz de establecer los núcleos programáticos de una nueva etapa argentina, en plena ocasión de una crisis de hegemonía de dimensiones y, a la vez, como un inusitado giro de la historia, una inflexión sin coordenadas de arribo, un acontecimiento creativo que cambia los parámetros amputados de una dinámica de poder sin destino posible mayor que el de una tragedia que muta en parodia de sí misma. La figura de Néstor Kirchner fue el epicentro de esa combinación. Asumió la presidencia con un discurso nacional y popular que se distancia del camino industrial-primario-exportador sin inclusión social (desarrollista de derecha), que había intentado desplegar la transición duhaldista. Las urgencias de la democratización de la economía, del crecimiento del empleo y de la producción se concibieron, en el incipiente proyecto, inseparables de la aspiración de reconstruir el mercado interno y recomponer los ingresos de los sectores populares y medios. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno se pensó como heredero e intérprete de la movilización social, viendo en lo popular no sólo los rostros de las víctimas del orden en crisis, sino también los de una organización de la que no se podría prescindir. Los movimientos de desocupados fueron actores y partícipes de la nueva construcción, junto a los trabajadores organizados y un múltiple escenario social y político.


La desarticulación del último gran intento por emprender un proyecto de transformación nacional había sido acometida por la dictadura terrorista de Estado, más de un cuarto de siglo antes. Los comandantes y ejecutores de la represión masiva de aquella época se encontraban sin juicio ni castigo. Los primeros intentos de Justicia sucumbieron bajo las leyes de impunidad. Pero en nuestro país se había desarrollado una inédita construcción militante de Derechos Humanos. Heroica por parte de las Madres de la Plaza, que en plena dictadura lucharon por la recuperación de sus hijos, y multiplicada luego en un vasto friso de militancias. Con la decisión de desarmar el dispositivo de la impunidad el gobierno recuperaba las reivindicaciones centrales de ese movimiento: Memoria, Verdad y Justicia y, al hacerlo, se fundaba a sí mismo como una experiencia política radicalmente nueva. El desarrollo de los juicios, la ejecución efectiva de cientos de sentencias y la constitución de una narración de los hechos centrada en la condena del terrorismo de Estado, configuraron un camino que debe seguir siendo profundizado con la investigación de los civiles que colaboraron y fueron beneficiados -como en el caso de Papel Prensa y otras 600 empresas- por lo tramitado en las mazmorras concentracionarias. Consecuente con la profundidad de su compromiso con los derechos humanos, una de las características distintivas del proyecto iniciado en 2003 ha sido la firme decisión de los gobiernos nacionales de no reprimir la protesta popular.


El desendeudamiento con el FMI y la restructuración de la deuda externa con una quita inédita, las negociaciones salariales en paritarias que construyeron una dinámica de recomposición de ingresos y, luego, la estatización de la administración previsional y la inclusión de millones de beneficiarios excluidos en el régimen jubilatorio, trazaron un camino en el que la disidencia con las recetas de las ortodoxias financieras se estableció en el plano de los hechos. La desarticulación del ALCA marcó el nacimiento de una nueva política de integración regional que se iría constituyendo en nuevas instituciones, con el Banco del Sur, la UNASUR y la flamante CELAC. El latinoamericanismo dejaría de ser horizonte de deseo o bandera justamente compartida para convertirse en definición de una política internacionalista y regional.


II


En 2008 la nueva época adquirió otros contornos, signados por el conflicto y el entusiasmo. El justo proyecto de retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias condujo a una aguda confrontación del proyecto nacional con el bloque de poder que operó -y opera- como el agente interno de la restauración del proyecto derrotado en 2001. Las corporaciones patronales del campo resistieron y no estaban solas. Un tejido nuevo de poder económico se había articulado en el agronegocio con ellas. Contaban con el apoyo de los medios de prensa concentrados, emparentados ideológicamente y entrelazados con los negocios ligados a la Argentina reprimarizada de fin del siglo pasado. Se sumó toda una oposición política variopinta que conjugaba discursos republicanos, conservadores y “progresistas” para la ofensiva destituyente. Organizaciones emblemáticas del empresariado industrial, como la UIA, beneficiarias de las nuevas políticas, no se comprometieron con el instrumento que favorecía la diversificación productiva del país, ya por ataduras con la persistente creencia neoliberal, ya por la apuesta a un modelo centrado en la demanda externa y sustentado en salarios bajos.

Los tiempos eran agónicos y parieron nuevos actores en conflicto. Se constituyó el bloque que afirmaría la continuidad de un proyecto que, si heredaba los movimientos populares argentinos, también se mostraba prístino en sus diferencias y fundamental en su novedad. Las organizaciones sindicales, sociales, de Derechos Humanos, una buena parte del arco político progresista y de la izquierda no peronista, se asociaron estratégicamente al futuro del kirchnerismo, que se afianzaba como identidad política. Un frentismo de hecho defendía al proyecto del intento de la restauración conservadora. Carta Abierta nacía en ese momento de disputa como expresión de un tipo de militancia que consistía en tomar la palabra colectivamente, procurar interpretaciones y asumir un compromiso público. El conflicto era evidente: frente a un bloque que impulsaba la autonomía nacional y la ampliación de derechos se alzaba una coalición destituyente promovida por la elite del privilegio.


El año 2009 -en el que se afrontó un resultado electoral adverso- supuso un desafío de gran dificultad pero las fuerzas estaban templadas y el gobierno profundizó las políticas reparatorias. La Asignación Universal por Hijo y el programa “Argentina Trabaja” signaron ese momento. Coincidieron durante ese año los efectos de la sequía y la primera fase de la crisis internacional, que fueron enfrentados con políticas y medidas que desafiaban las ortodoxias y recomendaciones de los poderes internacionales y locales. Pese a que no escaseaban los conflictos, el gobierno impulsó con fuerza otra reforma estructural: una ley de servicios de comunicación audiovisual que prescribe límites a los monopolios y amplía el derecho a la información. Doblar la apuesta se constituiría en una marca de estilo frente a las adversidades.


En dos acontecimientos de 2010 pudo verse el cierre de las dificultades mayores del período: en la fiesta callejera de la conmemoración del Bicentenario y en la dolida y colectiva despedida a Néstor Kirchner. Porque si en el primero se vio la multitud reconocida en la nación que se conmemoraba -y esto es: no en abierto conflicto con el gobierno que la representaba-, en el segundo fue la emergencia de un compromiso activo y militante, descubierto junto con la propia fragilidad de las vidas que lo habían incitado. Y si la fiesta del Bicentenario era la contracara de la justa ira de diciembre de 2001; el duelo en la plaza reponía una confianza en la política que era impensable diez años atrás.


III

Eso fue posible porque la apuesta no fue leve y su horizonte fue la Igualdad. Que no es fácil de definir aunque se advierta su búsqueda en luchas, movimientos, documentos, leyes, hechos de gobierno. No es fácil porque se enlaza a otras cuestiones: la de la Justicia, la Libertad. Elegimos, en este momento, llamar Igualdad a las posibilidades de una sociedad más justa con sus integrantes, menos esquiva de lo fraterno y lo cooperativo, menos abrupta en el recorte de las libertades para algunos. No se trata sólo de igualdad de oportunidades reclamada por el liberalismo ni de distribución económica, aunque todo ello resulta imprescindible. La ley del matrimonio igualitario -que lleva en su nombre la cuestión que tratamos-, seguida por otras de muy reciente aprobación, evidencia una virtuosa escucha legislativa de los reclamos y valores impulsados por las minorías. El derecho al aborto, concebido como defensa de la autonomía de las mujeres a definir sobre su cuerpo y su deseo a la maternidad -y ya no como sumisión a la voluntad de un otro-, está en el horizonte de esas medidas que, impulsadas por pocos, inauguran, sin embargo, otro estado de los valores, las creencias y las lógicas que estructuran la vida social.


Si la Igualdad es el horizonte de estas políticas, lo es como igualdad en la diferencia y reconocimiento de la heterogeneidad. Lo es como ampliación de la ciudadanía, que se va desplegando en un recorrido desde la inclusión -con las múltiples estrategias de reparación social- hacia la Igualdad. No es poco lo que falta en este sentido y seguramente nunca el camino estará cumplido. La igualdad en la diferencia debe ser también el signo de una democratización profunda de la cultura, a la que las mayorías tengan acceso, generando disposiciones al conocimiento y el disfrute de lo creado por este país. Democratizar la cultura no es sólo generar espectáculos masivos. Es también crear las condiciones para la renovación del gusto cultural popular y para el impulso hacia la emergencia de nuevas y distintas expresiones. Hay mojones de este intento -como la ley de medios y Tecnópolis- que debe ser profundizado y ampliado. Muchos pasos se han dado de 2003 a hoy para disminuir la desigualdad que había generado la destrucción de la educación pública. Más chicos en la escuela y almorzando con sus familias. Menor deserción. Primeras camadas del secundario en algunas zonas del país. Docentes reconocidos en su dignidad de trabajadores. Bibliotecas y netbooks para todos. Estos cambios destacan y promueven el desafío de avanzar por lo aún faltante: la buena escuela pública, como la mejor alternativa de formación en todos los lugares y para todos los sectores. Habrá que explorar pedagogías, cruzar saberes y pensamientos, interrogar los modos de transmisión del conocimiento; pero esto será posible no sólo por el trabajo de especialistas sino por la mayor participación de sujetos activos con compromiso en la transformación cultural y social necesaria para la buena educación. Ello requerirá que la política de Estado enunciada en la Ley de Educación Nacional se traduzca en prácticas sociales que legitimen en todo el territorio de nuestro país el derecho a la educación pública en una sociedad democrática. Pero aun con los cambios legislativos y políticas implementadas, subsisten tendencias estructurales regresivas, constitutivas de una matriz de sistema educativo, cuya reversión es imprescindible para atender al objetivo de la Igualdad. El creciente peso relativo de la educación privada -sostenida con financiamiento del Estado- en todos los distritos del país, pero con más intensidad donde predomina la población de sectores medios, resume la significatividad de esas herencias. Ese avance en desmedro de la centralidad de la educación pública es una fuente de desigualación social que conjuga desde segmentaciones clasistas hasta prejuicios raciales. La superación de esta lógica requiere de la convocatoria a los docentes, a los sindicatos y a la participación popular para movilizar la reposición de la escuela pública como núcleo clave de igualación social y forja de unidad popular.

Una nueva etapa del proyecto nacido con la asunción de Néstor Kirchner en el año 2003 queda inaugurada en los discursos de cierre de campaña de la Presidenta, en ocasión de la victoria electoral y en el foro del G20. En ellos el ideal de la Igualdad y la crítica del orden global del neoliberalismo resonaron como sus núcleos clave. Posicionarse desde América Latina y el Caribe sin neutralidad ni imparcialidad señala el alineamiento frente al poder central en el orden internacional y del lado de las mayorías populares en la política nacional. No son aceptables las interpretaciones de este triunfo electoral como el resultado de un modelo de consumo y a la vez clientelar, del tipo del que signó a los años noventa. En estos se trataba de una política de dádivas en un proceso de exclusión, en tanto el crédito a los sectores medios, el dólar barato y la focalización arbitraria -constructora de desigualdad- avanzaban con un discurso que naturalizaba la desaparición de la política como herramienta de transformación. Se trata de la diferencia del sufragio en una nación de ciudadanos frente al voto en un mercado de consumidores.


IV


La histórica denuncia de las “relaciones asimétricas” en la reunión de Mar del Plata, que derrotó al ALCA, y los proyectos de constitución del Banco del Sur y de la UNASUR, así como la desvinculación de las políticas recomendadas por los organismos financieros internacionales, precedieron a una crisis que tiene alcances inéditos, dramáticos y de fin imprevisible. La nueva política económica heterodoxa desarrollada por la Argentina y buena parte de América Latina y el Caribe generó mejores condiciones para las respuestas frente a la profunda crisis que se despliega en el nivel de la economía mundial.

El desplome financiero conduce a la destrucción de un stock de capital ficticio inconmensurable que provoca el desmanejo de las finanzas globales por los organismos creados para ese objetivo. Las derechas de los países centrales se obstinan en profundizar la lógica ultramercantilista en el funcionamiento de las economías, tanto en los órdenes nacionales como en la esfera global. En esos países la democracia emprende el retroceso a una formalidad sin ciudadanía, mientras el poder financiero elige tecnocracias para dirigir sus destinos. Las instituciones que fueron origen y centro de la crisis intentan someter a su cruda ley los presupuestos públicos y dar garantía de continuidad al capitalismo en su forma de financiarización. Xenofobia y ajustes en los presupuestos públicos, privatizaciones de empresas de servicios y reducciones de salarios, despidos masivos y destrucción de lo que restaba de los Estados de bienestar, configuran el nuevo rostro de los países centrales. En el centro del mundo se diseña un escenario de incertidumbre y amenazas, del que no están excluidas las intervenciones armadas que se excusan en “paradigmas civilizatorios”. Sin embargo, este avance reaccionario no se despliega sin resistencias. Las huelgas y movilizaciones obreras y el surgimiento de nuevas expresiones de lucha popular -como la de los indignados- son síntomas de un descontento que constituye un potencial de futuros conflictos, lejos de la pretendida sentencia del fin de la Historia que el neoliberalismo proclamaba en sus décadas de esplendoroso ascenso.

El discurso presidencial en el G20 impugnó el capitalismo financiero, la desregulación y la política de precarización del trabajo. Una impugnación a la esencia del capitalismo realmente existente. Implacable crítica hecha desde la jefatura de un gobierno empeñado en construir una sociedad de derechos mientras ese capitalismo actual los destruye en el centro del sistema global que construyó. ¿Habrá futuro para el capitalismo? ¿Habrá futuro para la humanidad? ¿El anarcocapitalismo conducirá a la barbarie?


La degradación del sistema en los países centrales comprende la aceptación y el fomento de paraísos fiscales, esquemas de elusión impositiva, maniobras con los precios de tranferencia en las operaciones intrafirma de las empresas transnacionales. Así, mientras la financiarización conduce a la profundización de estos rasgos, los discursos de los líderes de las naciones hegemónicas condenan esas prácticas, la mayoría de las veces en forma hipócrita, mientras promueven ordenamientos legales internacionales con objetivos más cosméticos que transformadores.


En cambio, los países periféricos que sufren pérdidas fiscales y fugas de capitales por la presencia de esos mecanismos, están interesados realmente en su desarticulación. El gobierno argentino ha trabajado en los foros internacionales en esa dirección. Así, el interés en el combate al lavado de dinero y la evasión fiscal son objetivos importantes y destacables de la política del gobierno. Pero resulta equivocado legislar esas cuestiones en el formato de “Ley Antiterrorista”, como se lo hace en el actual proyecto que trata el Congreso. Ese dispositivo adopta la duplicación de condenas acogiéndose a una definición del concepto de terrorismo de carácter tan inespecífico, que podría utilizarse en fallos judiciales que criminalicen la protesta social. Formato antiterrorista e inespecificidad de acepción que deriva del poder y las presiones norteamericanas en los foros internacionales. El gobierno argentino se ha destacado por su voz crítica en ellos y por eso sorprende y preocupa esta adopción de un estándar internacional contradictorio con el espíritu democrático del proyecto nacional que hoy despliega.


Durante la última década nuestra región ha comenzado a desarrollar, de manera creciente, una experiencia económica, política, social y cultural esencialmente diferente de la verificada en el mundo desarrollado. Tal proceso político, dirigido a establecer esa sociedad de derechos es incongruente con las sociedades de libre mercado. La preeminencia de lo político, tendencia verificable en gran parte de las nuevas experiencias nacionales de América Latina -con marcadas heterogeneidades, indudablemente- supone un ejercicio creativo de regulación pública creciente de aspectos económicos esenciales en el cual la ciudadanía política recupera un lugar principal respecto de las relaciones mercantiles no exento de conflictos y contradicciones. La frustración del plebiscito popular en Grecia acerca de las recetas de ajuste impuestas por el FMI, Alemania y Francia, permite realizar un poderoso contraste con la mayoría de los gobiernos latinoamericanos cuya soberanía política en materia económica se acrecienta y complejiza a través de novedosos entramados nacionales y de integración multidimensional. Si bien estos procesos no están exentos de intrincados desafíos, asociados a un exacerbado grado de transnacionalización, gestión de recursos naturales y complejos escenarios de tensión distributiva, sus características distan de constituirse en evidencia de la lógica del capitalismo central. La imaginación política regional, la búsqueda de autonomía y la voluntad integradora esencialmente crítica del neoliberalismo, han abierto una variante de organización social cuya denominación constituye aún una incógnita a dilucidar recurriendo a nuevos debates aún en ciernes. Parece apropiado evitar referencialidades semánticas a pesadas e irresueltas herencias, no renunciando sin embargo a recuperar del arcón de posguerra la voluntad de las grandes gestas humanas que, a través de distintas identidades, dirigieron su proa a idearios democráticos, populares, independientes, igualitarios y libertarios.

No es fácil darle nombre propio al tipo de sociedad que queremos, dice la Carta Abierta /10 y, ciertamente, ese nombre aparecerá cuando se pronuncie colectivamente, en el interior de la conciencia de miles y miles de personas. La unidad de América Latina y el Caribe, que incluye el rechazo a las conductas imperiales y la anárquica desregulación financiera, resulta en la urgencia de una autonomía no sólo justa, sino imprescindible, frente al desastroso despliegue reaccionario en el centro del capitalismo mundial. El paradigma de la Igualdad adquiere una significación trascendente como brújula en el clima de desazón de esta época.

La recuperación y centralidad de la idea de Igualdad representa una transformación cultural en la Argentina. El trazo grueso de los cantos de sirena del neoliberalismo fue el de crecimiento y derrame: sin acción pública los estímulos de mercados y ganancias conducirían a la ampliación y eficiencia productivas que desembocarían en la reducción de la pobreza en una sociedad de desiguales para el “bien” de todos. Sin embargo, el resultado fue el estancamiento y la exclusión.

Siempre ha existido una relación contradictoria y tensa entre capitalismo e Igualdad. La extensión de los derechos civiles y políticos generalizó la ciudadanía formal, mientras que esa expansión a la vez operaba como velo de la desigualdad en el acceso a bienes y servicios. La idea liberal de un ámbito público de la política alienado de un espacio privado reservado para la economía, esteriliza la potencia de la primera para transformar la segunda. Ni la Igualdad sustantiva, ni la ampliación de derechos son cuestiones de mercados, sino de ciudadanía. La primacía de la política sobre la economía, la intervención pública en ésta, la sustitución del objetivo del crecimiento por el del desarrollo y el privilegio ciudadano sobre la determinación mercantil para elegir el destino estratégico de una nación, son tributarios de una propuesta de profundización de la Igualdad. Ésta es la inscripción del paradigma de la Igualdad proclamado por la Presidenta como objetivo de esta etapa.


V


Desde 2003 se produjo una mejora sustantiva en la distribución del ingreso, tanto que la Argentina eleva los índices promedio de la región en términos de equidad distributiva. El sistema impositivo alcanzó en 1974 su pico de equidad del siglo XX, y luego comenzó un ininterrumpido derrumbe que profundizaba constantemente su regresividad. El actual proyecto ha revertido esa tendencia alcanzando una leve progresividad al final de la década recién concluida. Las retenciones han contribuido a ese cambio. Pero el régimen impositivo sigue siendo injusto con el 20% más pobre de la población y reclama una reforma tributaria. Reforma que también es necesaria para la estabilidad estratégica fiscal. El impuesto a la renta financiera, la mayor progresividad del impuesto a las ganancias, la reforma en el impuesto al valor agregado, la consolidación de las retenciones (inclusive recuperando la idea de retenciones móviles) y el refuerzo de las imposiciones patrimoniales provinciales, son cuestiones pendientes.

El crecimiento del gasto público ha contribuido a la mejora de la equidad. El significativo incremento del presupuesto educativo y el aumento del gasto en salud contribuyeron en ese sentido. La inversión realizada en esos campos requiere una renovación ahora cualitativa: una atención que no sólo descanse en la mejora de la infraestructura escolar o sanitaria. En relación a la salud pública es preciso puntualizar que no se han producido avances en importancia e intensidad equivalentes a los que sí se dieron en áreas como los derechos previsionales, humanos, educación y de generación de empleo. Se ha tendido a consolidar la inercia heredada, a contramano de las notables transformaciones que el modelo nacional y popular ha sabido generar. El control a los laboratorios, la producción pública de medicamentos y la regulación de la medicina prepaga deberían avanzar en la generalización de un sistema igualitario de salud. Hoy sólo el 1,9% del PBI se invierte en salud pública gratuita, mientras subsiste -en un sistema fragmentado- una enorme inequidad en la distribución de los recursos. Pensar la salud como política de integración social hace necesario recuperar el rol del Estado como único rector y prestador creciente y dominante, para hacer realidad la universalidad de la atención y el acceso a la salud como derechos de ciudadanía. Un derecho no es ni puede ser una mercancía, ni debe ser el mercado quien distribuya la salud y la vida.


La quita de subsidios a los ricos y a las clases medias-altas que pueden prescindir de los mismos contribuye a la equidad distributiva. La reasignación presupuestaria al gasto social y a la inversión pública es de estricta justicia. La campaña mediática que designa la mayor carga como un ajuste tiene una marca clasista. No hay redistribución sin recortes del ingreso de los más pudientes. Ajustistas son las políticas recesivas y restrictivas que disminuyen la capacidad de consumo de las mayorías populares asociadas a recortes del gasto público y no así las reasignaciones progresivas del mismo, que mantienen su nivel. Un cambio distributivo supone modificaciones en la lógica de consumo y de la propia estructura productiva que provee los bienes para éste.


La cuestión de la Igualdad comprende el debate clave acerca de los sectores en pugna por la distribución del ingreso. Los enfoques económicos que desde diversos sectores apuntan a detener la política de incrementos salariales, ubicándola como causa del alza de los precios y la disminución de la competitividad externa, tienden a imponer un orden injusto propio de la experiencia neoliberal, pero esta vez actualizándolo bajo la forma de una peligrosa heterodoxia de raíz conservadora. Este aparente oxímoron consiste en propiciar una creciente intervención estatal en materia económica pero amputando las políticas que diferenciaron al período abierto en 2003 -asociadas a la recuperación de los convenios colectivos de trabajo y la dinámica sindical- del programa encarnado por el duhaldismo en beneficio del poder económico concentrado local y extranjero. La competitividad externa, luego de la devaluación del peso argentino en 2002, fue conseguida a costa de fuertes transferencias de ingresos desde los trabajadores y sectores vinculados al mercado interno hacia los sectores empresarios medianos y grandes rurales y urbanos. No se explicó, entonces, por un incremento de la competitividad sistémica genuina, sólo posible por saltos tecnológicos y productivos devenidos de una conducta empresarial de fuertes inversiones, que en el caso de las grandes empresas tendió a no verificarse con el mismo dinamismo que en la década de los ‘90 pese a las comparativamente altas tasas de ganancias de los últimos años. La imprescindible política de incrementos salariales sistemáticos propiciados, a partir de 2003, por los gobiernos nacionales tendió a compensar esa transferencia inicial y distribuir los beneficios de la acelerada creación de riqueza que se produjo. Con el fin de preservar el carácter progresivo de la política pública -uno de los basamentos del modelo económico- parece imprescindible encauzar el debate acerca de la inflación y el tipo de cambio hacia los complejos escenarios de la puja entre sectores sociales por la distribución del excedente, ejercicio que implica analizar precios, tasas de ganancia, productividad, inversiones y salarios de manera conjunta. Ello supone en sí una renovada acción estatal, tanto técnica como política, sostenida por un debate público, como expresión evidente de la metáfora presidencial de “sintonía fina”.


Mucho se hizo en estos años en pos de la afirmación de la Igualdad. Lo hizo un gobierno componiendo a su alrededor un conjunto de alianzas. No fue menor el lugar que tuvo y tiene en esa alianza el sindicalismo mayoritario. Organizaciones remisas a revisar las lógicas de poder que las estructuran -y que las llevan al reconocimiento de cercanías que son claramente corporativas, como la defensa de algunos dirigentes que son juzgados por delitos económicos, delitos inaceptables desde cualquier percepción efectiva de la defensa de los derechos de los trabajadores-, pero al mismo tiempo forjadas en la protección de los derechos de los asalariados formales. El grupo que hoy conduce la CGT se templó en la resistencia de los años ‘90; y desde 2003 para aquí articuló alianzas al tiempo que sostuvo la mejora de los salarios y la ampliación de derechos. Un contexto de expansión de la demanda laboral y de paritarias reconocidas lo hizo crecer y afirmarse. Hoy aparecen, enfáticamente anunciadas, oscuridades en esas alianzas.


No es fácil, nunca, orientarse en las coyunturas que son pródigas en ambigüedades, en componer hilos heterogéneos, en presentarse con rostros ambivalentes. Pero todo ello no puede evitar una nitidez que sigue presente: la política argentina sigue teniendo un trazo fundamental que distingue entre un bloque de la reacción y un movimiento -complejo y múltiple- que apuesta por la Igualdad. Es inimaginable que los trabajadores argentinos y sus representaciones sindicales elijan el camino de la reacción, arrojándose a los brazos de aquellos que hasta ayer nomás se decían sindicalistas para defender intereses patronales o para actuar como emisarios de la corrosión de la legitimidad institucional. Porque la CGT conducida por Hugo Moyano no tiene nada que ver con un gastronómico de las barrabravas ni con un dirigente de peones rurales que pone a sus afiliados como carne de cañón para un paro patronal. Habrá nubarrones en la coyuntura, oscuridades que opaquen la nitidez, habrá que renovar -para despejarlos- un compromiso común, un compromiso hecho de tensiones, diálogos, conflictos y disidencias pero sustentado sobre un acuerdo necesario: el de profundización de la Igualdad, el de ampliación de derechos.


VI


El paradigma de la Igualdad como el que se avizora requiere de la autonomía nacional. Un problema central y estructural subsistente e intacto es la extranjerización de la economía. La concentración más esa extranjerización, profundizadas deliberadamente por las políticas neoliberales, contribuyen a una persistente fuga de capitales. Durante los ‘90 se financiaba con endeudamiento y hoy se lo hace con las divisas del superávit comercial, conseguido como resultado de la actual política económica y de las condiciones de la economía mundial. Así, el resultado del esfuerzo común es girado al exterior por los más poderosos, que cuanto más ganan más giran. Las constantes remesas de utilidades revelan que la Igualdad no constituye un objetivo exclusivamente social, sino un problema nacional. Así, a la exigencia de mayor inversión se agrega el requerimiento de renacionalizar la economía. Las filiales de las empresas transnacionales orientan su política, mucho más, por las necesidades y lógicas de sus casas matrices que por las definiciones, estímulos y objetivos de la política económica local. Una nueva ley de inversiones extranjeras es necesaria para proveer un marco regulatorio que permita al Estado fijar políticas.


Pendiente está, en función de la profundización de la Igualdad, una legislación justa sobre la posesión de la tierra urbana y rural. El proyecto de Ley actualmente en discusión constituye un primer paso. Los desalojos de los humildes y la prepotencia de quienes los llevan a cabo han causado derramamiento de sangre y muertes. La legislación necesaria implica un debate respecto del derecho de propiedad, que por cierto se originó como todos los derechos civiles como reivindicación de los más débiles frente a los más fuertes. La conquista de los montes por parte de los sojeros tiene la misma lógica que la conquista del desierto del siglo XIX. Se despliega como una violación del derecho de propiedad comunitaria para la vida y la cultura de comunidades enteras, destruyendo los derechos de los pueblos originarios y de los campesinos para establecer otros nuevos, que protejan la apropiación de medios de producción por una clase objetivamente vinculada con la restauración del modelo derrotado en 2001. Apropiación típica de los conquistadores, por medio de la expulsión de campesinos de sus tierras. La solución del hábitat urbano y rural es, tal vez, la que atendería los problemas de mayor injusticia y violencia, resultantes de inequidades desgarrantes.


La marginación del ideario del desarrollo, y su empobrecimiento al subsumirlo en los conceptos de crecimiento y derrame, fueron tributarios de la sanción de leyes financieras que retiraron al Estado de la función de direccionamiento del crédito. Nuevas leyes que regulen el funcionamiento de las entidades, las funciones del Banco Central -que incluyen la recuperación del poder estatal para articular la política monetaria con las otras políticas públicas- y los derechos, acceso y protección a los usuarios del crédito, significarán la derogación y el reemplazo de la que fuera la ley de leyes de la política económica de la dictadura terrorista: la ley de entidades financieras, y, también, de la carta orgánica del Banco Central, columna vertebral de la financiarización.


La vibrante defensa de Cristina Fernández de la gestión en Aerolíneas Argentinas, la estatización que dio origen a AYSA y las diferencias de eficiencia en la gestión pública de los fondos jubilatorios aplicados a proyectos de desarrollo, habilitan una vía de profundización sostenida en la recuperación de la gestión empresaria del Estado. Quedó agotado el discurso de la ineficiencia pública respecto de la virtud de la privada. El desempeño del Banco Nación durante las crisis y en el estímulo del crédito productivo, frente a la conducta lucrativa de corto plazo de una banca extranjera especializada en créditos personales -colocados a altas tasas-, muestra otro contraste que abunda en el fundamento del colapso de esa creencia. Así, el empeoramiento del balance de divisas en el sector energético, alerta sobre una insuficiencia exploratoria del capital privado en la industria petrolera. La mejora en el planeamiento y la regulación, y la recuperación de la centralidad empresaria estatal en ese sector no sólo atenderían a requerimientos del proceso de desarrollo, sino que también crearían condiciones para generar estrategias económicas que no desdeñen el cuidado del medio ambiente, a la vez que afirmarían el camino de la autonomía nacional.


VII


Si se postula una sociedad de derechos, es impensable avanzar sin la idea del plan. Una sociedad de mercados es una sociedad sin plan, porque la organización de la misma opera indirectamente por el peso de la pura correlación de fuerzas de los poderes económicos. En cambio, la construcción de una sociedad de derechos requiere de la participación ciudadana en las decisiones. Participación cuya fuerza quedó demostrada en la forja de la ley de medios, en su discusión por múltiples foros y en la creación de una sensibilidad social sobre su importancia. No debe ser ese un caso aislado sino el umbral para políticas renovadas en las que se apele a una capilar politización de lo cotidiano. O, dicho de otro modo, en el que se conjugue la igualdad más profunda: aquella que nos hace sujetos políticamente autónomos, capaces de opinar, juzgar, comprometerse y decidir.


Una sociedad movilizada, una opinión pública capaz de forjarse en los debates y no en ningún pensamiento único, una dirigencia capaz de asumir desafíos renovados, un vasto conjunto de militancias heterogéneas y diferentes, configuran un escenario promisorio para el año que se abre. Los desafíos son profundos y las interpretaciones que se conjuguen deberán estar a la altura. No es tiempo de tratos maniqueos con el pasado ni de juicios sumarios sobre la Historia, más bien lo es de recostar nuestra experiencia política sobre la diferencia que establece con otros momentos pero también para que su actual complejidad ilumine la complejidad del pasado. Porque somos enfáticos habitantes del presente, debemos ser comprensivos visitantes de lo sucedido. A sabiendas de que los tiempos nos exigen una imaginación política renovada y un compromiso colectivo para pronunciar las palabras justas. Aquellas que nos permitan afirmar la Igualdad.-

miércoles, 5 de octubre de 2011

Recordando al genio...

martes, 4 de octubre de 2011


¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Anuncio del Premio Nobel en vivo y en directo !!!!!!!!!!!

jueves, 22 de septiembre de 2011

El sistema de pensamiento en la economía clásica



El sistema de pensamiento en la economía clásica

Características generales del “clasicismo” en economía:

Los cincuenta años en torno del final del siglo XVIII marcan un cambio social profundo. Formas nuevas de producción, de relaciones sociales, de gobierno y de pensamiento social, que en su lucha contra las antiguas se habían desarrollado de una manera lenta y muchas veces vacilante, avanzaban ahora triunfante y las batallas anteriores fueron fácilmente olvidadas. En el campo de las ideas, el reflejo de los cambios económicos y políticos acusa una diferencia aún más notable que los cambios mismos. El pensamiento social toma conciencia de sí mismo y revela un conocimiento más completo que hasta entonces de la naturaleza del orden social que se estaba erigiendo ante sus ojos.

La economía nació como ciencia en el período clásico, sobre cuyo comienzo y final nunca hubo acuerdo entre los economistas. Los más moderados eligieron comenzar por Adam Smith (1776) y culminar con Stuart Mill (1848). Los franceses prefieren como punto de partida a Quesnay y su cuadro económico, en tanto Marx señaló como primer clásico a William Petty (siglo XVII) y como último, a Ricardo (1817). Los seguidores de Marx prefieren considerarlo a él como último y mayor clásico. Keynes (1936) llamó economía clásica al período que se extiende desde Ricardo hasta 1936, su propia obra.

La economía clásica es una teoría con su modelo y su referente empírico. La economía clásica es un discurso sobre la producción. También habla de los mercados, de los procesos monetarios, de la intervención del estado

La demanda es el factor de perturbación a corto plazo. A los clásicos no les interesaba mucho el corto plazo. La demanda perdía capacidad explicativa si operaba en condiciones de mercado en que las funciones de oferta son infinitamente elásticas y cuando los costos unitarios son constantes.

La nula presencia de la demanda tiene su contrapartida en la omnipresencia de la oferta. El valor de cambio se determina por las condiciones de oferta o por los costes de producción.

La economía clásica considera a la sociedad segmentada en grandes agregados de personas: propietarios, productores, y estériles (Quesnay); terratenientes, asalariados y capitalistas (Smith-Ricardo); asalariados y burgueses (Marx). La economía clásica es conservadora, y no contempla el cambio de status social., al que consideran dato de mayor durabilidad aun que el largo plazo. En el análisis de las cosas económicas, no se tiene en cuenta movilidad social alguna. Quien había nacido en una clase quedaba adscripta a ella por el término de su vida natural. El orden económico incluso aportaba mecanismos que contribuían a mantener a todos en su clase de pertenencia: el asalariado necesitaba consumir todo su salario, no lo era posible ahorrar ni por tanto acumular un capital, por pequeño que fuera, para pasar a la clase de patrono. Acumular capital era privativo de los perceptores de ganancias. Poseer tierras era privativo y excluyente de la nobleza.

Cuando se habla del largo plazo éste expresa una convención que designa distintas duraciones de tiempo, según el problema que se analice. Si se trata de ver la respuesta de la oferta de trabajo a una mejora del salario corriente, el plazo es de once años, lapso que transcurre entre el nacimiento y la aparición de un niño en el mercado laboral. Si se trata de ver la respuesta de la oferta, el largo plazo es el tiempo necesario para ajustar el capital fijo de una unidad de producción. Si se trata de medir el precio natural de un bien, debe conocerse toda la serie anterior de precios de mercado. Si se trata de analizar los efectos de una expansión de la cantidad de dinero, el largo plazo es el efecto final sobre los precios, luego de ajustes sucesivos que llevan a la economía a estados próximos al pleno empleo.

Otras características del sistema clásico son:

· Visión optimista del funcionamiento de los mercados: Los clásicos favorecían la libertad, los mercados no regulados y la libertad individual irrestricta. Tenían la seguridad de que la libertad y la exención de impuestos eran buenos por sí mismos. Además la libertad, en particular la económica, proporcionaba un medio a través del cual la economía podía funcionar de manera más eficiente. Los individuos y los negocios deberían tener libertad de comerciar sin que interviniese el gobierno. Más aún, los clásicos consideraban que la libertad económica y política estaban entrelazadas de manera indisoluble; ambas se fertilizaban mutuamente.

· La preocupación por el crecimiento económico: Al tener una orientación esencialmente macroeconómica los economistas clásicos avisoraron el descubrimiento de las fuerzas que determinan la tasa de crecimiento económico. Su preocupación por el crecimiento condujo a los economistas clásicos al estudio de los mercados y al sistema de precios como un asignatario de recursos. Los clásicos estudiaron la formación de los precios relativos y de mercados, a fin de comprender su impacto sobre el crecimiento económico. Los clásicos también mostraban mucho interés por las fuerzas que cambian la distribución del ingreso a través del tiempo.

· Otro alejamiento notable del pensamiento mercantilista: Aun cuando la estructura teórica de los mercantilistas era débil, ellos confiaban en su capacidad para entender el funcionamiento de la economía. Una vez que estaban convencidos de haber logrado dicho entendimiento, consideraron apropiado intentar remediar cualesquier defectos que percibían en el funcionamiento de la economía, ya sea a través del cambio de las estructuras institucionales o permitiendo la intervención del gobierno. A los mercantilistas les gustaba compararse con un doctor que atendía a su paciente: ellos recetaban remedios para el mal funcionamiento de la economía, los cuales a menudo suponían la intervención del gobierno. Esta certeza de conocimientos por parte de los mercantilistas contrasta por entero por el escepticismo de Adam Smith, quien cuestionaba la sabiduría de los políticos, los cuales se atrevían a sustituir juicios del mercado por los suyos.

Entre los principales aportes de Smith:

· Estableció el concepto de la libre competencia como única vía para asegurar el máximo bienestar de la sociedad.

· Definió la importancia de la división del trabajo como causa principal de la reciente productividad

· Planteó una nueva división de la sociedad en clases

· Desarrolló la teoría del trabajo como fuente del valor de los bienes.

El bienestar de la sociedad

Una de las ideas fundamentales de Smith es que en la naturaleza del hombre existe una cierta propensión a intercambiar unas cosas por otras. Para él, el hombre es un individuo egoísta que busca su bienestar de acuerdo únicamente con sus propios intereses.

Es a través e la búsqueda de su interés personal y guiados por lo que Smith llama una mano invisible, que los individuos alcanzan el interés general, el bienestar de la general.

La armonía de la sociedad resulta del equilibrio de las fuerzas económicas y no de la intervención de una autoridad política como el Estado. Sin la intervención del Estado es cuando se alcanza máximo bienestar tanto del individuo como de la sociedad en su conjunto. Este último concepto constituirá el fundamento de la nueva corriente: el liberalismo económico.

Estado y Libertad individual

Para Smith las normas principales de la política económica serán la libertad de la actividad económica individual y la eliminación de la intervención del Estado. El gobierno sólo debe tener cuatro deberes: la defensa contra la agresión extranjera, la administración de justicia, el sostenimiento de obras e instituciones públicas que no son rentables para los particulares y la defensa de la propiedad privad. De esta manera, Smith establece la necesidad de existencia del Estado sólo como protector de los derechos naturales del hombre.

Adam Smith estaba convencido de que con la libre competencia y el rápido desarrollo de la economía capitalista, no sólo se incrementaría la riqueza de las naciones, sino que mejorarían las condiciones de vida de las clases más bajas, que podrían recibir una porción cada vez mayor de la creciente riqueza de la sociedad.

La libre competencia, junto con la división del trabajo, es lo que da lugar a un aumento de la riqueza de la sociedad y al producir una mayor cantidad de bienes también causa una disminución de los precios, y con ello no sólo se ven beneficiadas las clases altas sino también las clases pobres ya que pueden acceder a una cantidad de productos más baratos.

Smith advierte que la monotonía que genera un trabajo reducido a muy pocas y sencillas operaciones entorpece la actividad del cuerpo del trabajador y lo incapacita para ejecutar cualquier otra ocupación a la que no está acostumbrado.

A largo plazo, tanto el trabajador como el patrono se necesitan mutuamente, pero con distinta urgencia.

Las nuevas clases sociales

Salario: se entiende por salario del trabajo aquella recompensa que se otorga cuando el trabajador es una persona distinta del propietario del capital que emplea el obrero.

El beneficios una deducción del producto del trabajo de la cual se apropia el capitalista. Pero, además, las variaciones en los beneficios dependen de la cantidad de capital invertido.

A medida que hay más comerciantes que venden el mismo producto, la competencia entre ellos hace que comiencen a ofrecer sus productos a precios cada vez más bajos con el fin de atraer a los compradores. Pero a medida que los precios bajan, disminuyen también los beneficios obtenidos por cada uno de los comerciantes. Incluso podría suceder que decidan salir de ese negocio e invertir su capital en otro que rinda mayores ganancias.

Smith plantea que los beneficios están directamente relacionados con la cantidad de capitales que se invierten en un mismo tipo de negocio.

La renta es aquella parte del ingreso proveniente del producto de la tierra y que el propietario exige un virtud de su derecho de propiedad.

Según esta división del ingreso, las clases se dividen de acuerdo con la forma en que los individuos reciben dicho ingreso: los asalariados, las empresas capitalistas, y los terratenientes.

La clase de los asalariados agrupa a aquellos individuos que reciben sus ingresos en forma de salarios a cambio de su trabajo, ya sea que éste se realice en la agricultura o en la industria. La clase de los capitalistas está compuesta por aquellos que reciben sus ingresos en la forma de beneficios provenientes del capital, ya sea que éste se aplique a la agricultura o a la industria. Los terratenientes, por su parte, son aquellas personas que siendo propietarias de una porción de tierra reciben un ingreso (denominado renta) que proviene del excedente generado por aquellos que trabajan esas tierras.

El origen de la riqueza

Smith, la igual que los fisiócratas, considera que la fuente de toda riqueza es el trabajo. Este "trabajo" debe entenderse como la suma total del trabajo de una nación. Por lo tanto, el dinero (oro y plata) no constituye riqueza alguna, sólo es el medio por el cual se facilita la circulación de los productos.

En consecuencia. Para aumentar la riqueza social, será necesario aumentar el trabajo total de la sociedad. Esto se puede lograr aumentando la cantidad de miembros trabajadores de la sociedad o bien a través de un aumento en la productividad del trabajo. En el primer caso, será necesario un incremento en el capital toral. En el segundo caso, la productividad del trabajo puede ser aumentada como resultado de la división del trabajo.

Esta división del trabajo da origen, según Smith, al progreso en la sociedad.

La división técnica del trabajo incrementa la productividad por varios factores:

· El aumento de la destreza de cada uno de los trabajadores al repetir la misma acción continuamente

· La reducción de tiempos muertos (tiempo perdido) al economizar tiempo que antes se perdía al pasar de una tarea a otra.

· Facilita la intervención de un gran número de maquinas – herramientas que permiten aumentar la capacidad productiva de un hombre.

¿Cómo se establece el valor de las cosas?

Smith dice que la palabra "valor" tiene dos significados diferentes: algunas veces, expresa la utilidad de un objeto; otra, expresa la capacidad de comprar otros productos. En el primer caso se trata de "valor de uso" y, en el segundo, del "valor de cambio".

Smith se propone descubrir los principios o "leyes naturales" que regulan el valor al que se le realiza el intercambio de mercancías, es decir, su valor de cambio. Para esto investiga cuál es la medida real de este valor o, en otras palabras, cuál es el precio de todos los bienes.

La riqueza de cada individuo dependerá de la cantidad de mercancías, o productos del trabajo de otros, que pueda adquirir en el mercado. Smith llega a la conclusión d que la medida real del valor de todas las mercancías es el trabajo: lo que realmente vale una mercancía para su poseedor es el esfuerzo que requiere producir dicha mercancía, y por otra parte, también es el trabajo que se puede ahorrar al intercambiarla por otra mercancía.

Cuando los poseedores de capital emplean a otras personas para trabajar y les suministran los materiales y las herramientas, se hace necesario que la venta del producto permita no sólo pagar los salarios de los obreros sino, además, obtener la ganancia que el capitalista exigirá en razón de haber comprometido su capital. Bajo estas condiciones, el producto ya no le pertenece íntegramente al trabajador, ya que una parte de dicho producto le será deducida a favor del capitalista (y del terrateniente en el caso de la agricultura)

Entonces, el precio de toda mercancía se compone se salarios, beneficios y renta. Éstas son las tres fuentes originarias de toda clase de ingreso y de todo valor de cambio.

Cuando el precio de una mercancía es suficiente para pagar los salarios del trabajo, los beneficios del capital empleado y la renta de la tierra, es mercancía, dice Smith, se vende por lo que realmente vale, y ese precio se llama precio natural. Lo interesante, es que Smith establece la diferencia entre le precio natural y el precio de mercado, que sería aquel que se paga efectivamente en el mercado. Este precio de mercado es regulado por las cantidades de mercancías ofrecidas y demandadas en el mercado, y puede ser mayor, igual o menor que le precio natural.

La ley de la oferta y la demanda

Cuando la cantidad de una mercancía que se lleva la mercado, la oferta, es insuficiente para suministrar la cantidad requerida o demandada por todos aquellos que están dispuestos a pagar el valor o precio natural, algunos de ellos, con tal de no renunciar a la mercancía, estarán dispuestos a pagar más por ella. Entonces, la competencia que surge entre los compradores hará subir el precio de mercado por sobre el precio natural.

En cambio, cuando en el mercado la cantidad de una mercancía excede la demanda, entonces no puede venderse toda esa cantidad entre quienes estarían dispuestos a pagar su valor natural. La competencia entre los vendedores hará bajar el precio de mercado respecto del precio natural.

Cuando la cantidad de una mercancía llevada al mercado es justamente suficiente para cubrir la demanda, entonces, el precio del mercado, coincidirá exactamente con e precio natural. La oferta coincide con la demanda, y toda la cantidad se vende a este precio que se denomina precio de equilibrio del mercado.

El precio natural es el precio de referencia alrededor del cual fluctuarán los pr4ecios del mercado de todas las mercancías. Esta forma en que actúan la oferta y la demanda, que se conoce como ley de oferta y la demanda, regulará el precio de equilibrio del mercado por arriba o por debajo del precio natural de la mercancía, haciéndolos coincidir en determinados casos.

La acumulación de capital

El fundamento del progreso de la sociedad es la producción industrial, pues sólo el trabajo del obrero y de los comerciantes e industriales capitalistas es productivo.

Por lo tanto, únicamente se puede aumentar el producto anual de un país aumentando la cantidad de trabajadores productivos o la productividad de los trabajadores. Y esto requiere de un capital adicional.

Smith piensa que sólo a través del ahorro es que una parte de los ingresos anuales pueden ser dirigidos a emplear trabajo productivo.

Para Smith la base del aumento de la riqueza está en ahorro, ya que supone que todo el ahorro se destina a incrementar el capital.

La disminución de los salarios generará un aumento en los beneficios de los empresarios, lo cuál provocará un aumento en el ritmo de crecimiento o acumulación de capital. Como habrá más recursos monetarios para aumentar la cantidad de trabajadores, entonces, se incrementará la demanda de trabajo.

Sin suponemos que la oferta de trabajadores no crece tan rápido como la demanda, entonces la competencia entre los capitalistas los llevará a ofrecer salarios más elevados para atraer trabajadores a sus empresas, con lo cual los salarios tenderán a subir.

Peri, si a medida que crece la acumulación de capital crecen también los salarios, entonces, en algún momento éstos constituirán un factor de disminución de los beneficios, provocando la desaceleración del crecimiento.

El poseedor del capital procurará aumentar la producción, ya sea introduciendo modificaciones en la organización de la producción o incorporando maquinarias nuevas, de manera tal que la misma cantidad de trabajadores produzcan más en menos tiempo.

Todos estos cambios implicarán que el capitalista puede aumentar su producción sin necesidad de aumentar la cantidad de trabajadores en la misma medida. Por lo tanto, este aumento en la productividad del trabajo hace disminuir la demanda de trabajo.

A largo plazo, entonces, el aumento de la riqueza nacional (junto con una mejora en la productividad del trabajo) trae aparejado un aumento de los salarios junto con los beneficios.

A medida que aumenta la riqueza de la nación y la acumulación de capital, aumenta también la demanda de trabajo y con ella la oferta de trabajo, es decir, la población de trabajadores necesarios para abastecer esa demanda. Por lo tanto, no habrá problemas ni de excesiva demanda de trabajo ni de un exceso de oferta de trabajo.

David Ricardo

Entre sus principales aportes se destacan la teoría de la renta diferencial y la teoría de que el intercambio internacional debía sostenerse en las ventajas comparativas de cada país.

También se ocupó de investigar de donde proviene el valor de las cosas. Coincide con Smith en que la palabra "valor expresa algunas vece la utilidad de un objeto (valor de uso) y otras, la capacidad de adquirir otros bienes (valor de cambio). Sin embargo, dice Ricardo que si bien la utilidad no es la medida del valor de cambio de una cosa, si es algo absolutamente esencial a ésta, pues, por ejemplo, el agua y el aire son muy útiles y no tienen valor de cambio. En cambio, el oro puede ser cambiado por muchos otros bienes y, sin embargo, tiene escasa utilidad comparado con el aire y el agua. En última instancia, concluye que el valor de cambio de las cosas que poseen utilidad tiene dos orígenes: su escasez y la cantidad de trabajo requerida para obtenerlas.

Para Ricardo, la cuestión principal a investigar era cómo se distribuía la creciente riqueza de la sociedad entre sus miembros. El problema principal de la Economía política consiste en determinar las leyes que regulan esta distribución. Siguiendo esta orientación Ricardo elabora su teoría de la renta diferencial.

Teoría de la renta diferencial

Define renta como aquella parte del producto de la tierra que se paga al propietario por el uso de las fuerzas originales e indestructibles del suelo.

Ricardo afirma que si toda la tierra tuviera las mismas propiedades, si fuera ilimitada en cantidad y uniforme en calidad, no se pagaría nada por su uso; por el contrario, se paga renta porque la tierra es ilimitada en cantidad y de diversa calidad.

Uno de los supuestos de Ricardo es que la porción de tierra que se cultiva en primer lugar es la de mayor fertilidad y mejor calidad, y que sólo al crecer l población, la necesidad de aumentar la provisión de alimentos hace necesario cultivar aquellas tierras de inferior calidad o situadas menos ventajosamente. Ahora bien, cuando estas tierras de segundo orden se empiezan a cultivar es cuando las tierras de primera calidad comienzan a pagar renta. Y el importe de la renta dependerá de la diferencia de calidad de esos dos terrenos.

Un ejemplo de renta diferencial

Ricardo dice que le precio de trigo está determinado por la productividad de a última parcela de tierra cultivada.

Por lo tanto, el precio de la tonelada de trigo en el mercado será mayor a medida que es necesario cultivar tierras de menor calidad. E esta manera, al elevarse el precio del trigo, aquellas tierras de mayor fertilidad reciben un plus o beneficio extraordinario que, medido en toneladas de trigo, deberán entregar al propietario de la tierra en concepto de renta.

La renta es siempre la diferencia entre el producto obtenido por iguales cantidades de capital y trabajo en tierras de calidad diferente. A este concepto se lo conoce como renta diferencial.

A medida que aumenta la renta disminuyen los beneficios que recibe cada cultivador. La necesidad de cultivar tierras de inferior calidad llevará a un aumento del precio del trigo que beneficia a los propietarios de las tierras y perjudica a aquellos que las trabajan.

El aumento en el precio del trigo obligaba a subir los precios. Los capitalistas estaban obligados apagar más a sus trabajadores para asegurar su subsistencia. Entonces, también se ven perjudicados los industriales, pues deberán pagar mayores salarios. Los terratenientes entran en conflicto con los intereses de los obreros y de los industriales. Mientras que los primeros desean que suba el precio del trigo, los obreros y os capitalistas ven con buenos ojos la caída de su precio. Pero Ricardo dice que los intereses de los terratenientes están en oposición al interés general de la sociedad.

Ricardo demuestra la existencia de conflictos entre las distintas clases sociales y demiente así la idea de armonía entre las clases sociales que Smith había establecido al decir que si crecía la riqueza de una nación se beneficiaban todas las clases.

Respecto de su teoría de la renta, cabe destacar que el posterior progreso en la tecnología aplicada a la actividad agrícola incrementó en gran medida la productividad del trabajo en ese sector resultando un continuo aumento de la producción agrícola aún con reducciones en la cantidad de trabajadores. No obstante, la teoría de Ricardo constituye un aporte fundamental al pensamiento económico.

Teoría de las ventajas comparativas

Ricardo estaba favor de la libre competencia no sólo en el caso del mercado interno, sino también en el comercio entre países.

Ejemplo:

TEJIDOS VINOS

INGLATERRA 100 120

PORTUGAL 90 80

Inglaterra tiene más interés en producir vinos y tejidos y exportarlos a cambio de importar vinos de Portugal. Obrando así, Inglaterra obtiene más tejidos y más vinos de los que obtendría se produjeran ambos bienes. Por su parte, si Portugal se dedica sólo a la producción de vinos, importando tejidos y exportando vinos, ello le rinde más provecho que si produjera ambos.

Ricardo dice que "la misma ley que regula el valor relativo de las mercancías en un país no regula el valor relativo de las mercancías cambiadas entre dos o más países".

Portugal tiene ventajas absolutas sobre Inglaterra en ambos bienes, ya que puede producirlos utilizando menor número de hombres por año que Inglaterra. En cambio, Inglaterra posee ventaja comparativa en la producción de tejidos, ya que puede fabricar tejidos utilizando menos recursos que en la producción de vino, mientras que en Portugal se da la relación inversa (utiliza más recursos en la producción de tejidos que en la de vinos). Pero si cada país se especializa en la producción de uno solo de los bienes, aprovechando las ventajas comparativas que posee, entonces obtendrán en total una mayor cantidad de esos bienes. De ese intercambio resultará que Inglaterra podrá comprar vino a más bajo precio que si produjese en ese país.

Por su parte, Portugal podría producir tejidos más baratos que Inglaterra, pero si dedica esos recursos (90 hombres al año) a la producción de vino y exporta una parte de esa producción, entonces podrá comprar mayor cantidad de tejidos que si los hubiese producido. Claro que Inglaterra podría ni producir ninguno de los dos bienes y desplazar esos recursos (100 más 120 hombres al año) a Portugal, donde ambos bienes se producen más fácilmente. Pero, dice Ricardo, no es fácil que se dé este desplazamiento de trabajo y capital de un país a otro.

Por lo tanto, en condiciones de libre competencia se establecerá una división internacional de trabajo, bajo la cual cada país se especializará en producir aquellos bienes en los que posee ventajas comparativas. De esta manera, Ricardo demostró que habría especialización en los países y comercio internacional no sólo cuando existieran ventajas absolutas sino también en el caso en que algún país no tuviera ventaja absoluta pero sí ventajas comparativas.

La ley de población de Malthus

Otro pensador que es considerado miembro de la Escuela Clásica es Thomas Malthus, quién nació en Surrey en 1766.

La idea básica de esta teoría es que el crecimiento de la población se halla limitado por el volumen de los medios de subsistencia. Cuando estos aumentan, la población crece, es decir que, a medida que aumenta la producción de alimentos crece el número de familias, pero lo hacen mucho más rápido que la producción, provocando de esta manera, una insuficiencia de alimentos. Según Malthus, esta situación genera miseria y hambre en la población, a menos que el crecimiento de esta última se impida por algunos medios.

Para Malthus diferentes factores podían frenar el rápido crecimiento de la población. Por un lado, estaban aquellos que aumentaban la tasa de mortalidad (como las guerras y las hambrunas). Por otro, se encontraban factores como el vicio y la restricción moral que disminuían la tasa de natalidad. Por lo tanto, Malthus pensaba que se debía desalentar la procreación. Estaba en contra de la beneficencia pública y creía que la ayuda tendía a agravar el problema, pues, según él, la falta de previsión era la causa de la miseria de los pobres, quienes se lanzaban al matrimonio y a la procreación sin tener en cuenta el futuro.

Las clases improductivas

A diferencia de Smith y de otros pensadores clásicos, Malthus defiende la existencia de las clases improductivas" (los terratenientes, la burocracia, el clero, etc.) que no producen y sólo se dedican a consumir.

Según él, se logra así el equilibrio entre la producción y consumo, oferta y demanda, evitando que se generen "crisis de sobreproducción". Malthus pensaba que, en el caso de los alimentos, no existía la posibilidad de un exceso de producción, pues el aumento en estos bienes genera su propia demanda al hacer crecer la población. En cambio, en el caso de los bienes de lujo suponía que habría que estimular su consumo por parte de las clases ricas para evitar un desequilibrio en la economía.

Malthus rompe con una de las posturas centrales de la tradición clásica: la creencia en un permanente equilibrio entre la oferta y la demanda, gracias a una exacta correspondencia entre las cantidades producidas y las consumidas.

Say:

La economía política es únicamente la ciencia de la constitución económica espontánea, o, de las leyes que rigen las riquezas. La economía política llega a ser una ciencia puramente teórica y descriptiva; la misión del economista, como la del sabio, no es la de actuar de consejero sino, simplemente, la de observar, analizar y describir. Debe ser espectador impasible. “Lo que debemos al público, es decirle cómo y por qué tal hecho es la consecuencia de tal otro. Si quiere la consecuencia o si la teme, con ello le basta; ya sabe lo que tiene que hacer; pero nada de exhortaciones.

Say piensa aplicar el verdadero método científico; por lo demás, compara la ciencia nueva más con la física que con la historia natural. Como las leyes de la física, “sus principios no son obras de los hombres…Derivan de la naturaleza de las cosas, no se los establece, se los halla, gobiernan a legisladores y príncipes, y jamás se los viola impunemente”. Como las leyes de la gravedad, no se limitan a las fronteras de un país: “los límites de las administraciones de los Estados, que constituyen todo para la política, no son más que accidentes para la economía política…De esa manera construye la economía política sobre el modelo de una ciencia exacta cuyas leyes son universales. Igual que en física, menos importa acumular hechos particulares que formular un reducido número de principios generales de los que luego se deducirá, según las circunstancias, una cadena más o menos larga de consecuencias. Impasibilidad, preocupación por lo universal y desconfianza de las comprobaciones aisladas: tales son, indudablemente, las cualidades que debe poseer el sabio, pero cualidades que, exagerándose en espíritus de menor amplitud que el de Say, pueden deformarse fácilmente, transformarse en defectos, que en este caso se llamarían indiferencia, dogmatismo y desdén por los hechos.

Según Say, la oferta total de productos y la demanda total de productos son necesariamente iguales, porque la demanda total no es otra cosa sino la masa total de los productos creados; en consecuencia, una obstrucción general sería un absurdo. Equivale a una abundancia más general de riquezas, “y las riquezas son una cosa de la cual no están más obstruidas las naciones que los particulares. Sólo es posible una mala dirección de los medios de producción, y, consecuentemente, una superabundancia de tal o cual producto; en otros términos, una obstaculización parcial. El pensamiento de Say es que nunca debe temerse la producción excesiva de todas las mercaderías simultáneamente, pero que muy bien puede haberse producido demasiado de tal o cual en particular.

El estilo de Ricardo es más condensado y exige más atención del lector. Su exposición pocas veces ofrece el alivio de aquellas digresiones históricas y aquellas disquisiciones filosóficas que confortan a los lectores de Adam Smith, aunque puedan servirle al autor para eludir obstáculos analíticos. La forma en que Smith expone sus ideas hace que su libro pueda ser leído con gusto por cualquier persona culta no especializada en materias económicas. Ricardo, sin educación académica, era un científico en sentido más estricto. Escribía para sus colegas economistas, y su mayor influencia la ejerció sobre ellos.

El riguroso método deductivo que con frecuencia se atribuye a Ricardo, remplazó a la mezcla de deducción e historia, mucho menos austera que había practicado Smith. Hay mucho razonamiento a priori en los Principios. Hay el supuesto del homo económicus que lucha siempre por lograr la mayor satisfacción posible; hay postulados acerca de la estructura social, tales como la existencia de la competencia; y los ejemplos son por lo general hipotéticos y no históricos. Ricardo utiliza mucho la abstracción.

Sin embargo el método no ha cambiado mucho. El homo económicus estaba presente en ambos autores. Por ejemplo, Smith al explicar el comportamiento de la mano invisible, la hace depender a ésta al hecho social de la competencia.

Por último cabe destacar que tanto Ricardo como Malthus son considerados como los l pesimistas puesto que comienzan a encontrar algunas fallas en la organización capitalista (principalmente el último).

La ciencia de la economía....

La hazaña suprema de Smith y Ricardo consistió en poner orden en el estado caótico de la investigación económica. A ese orden se le ha dado el nombre de sistema clásico. Las diferentes escuelas de pensamiento existentes entre los economistas posteriores han elegido este nombre por diversas razones: para denotar la autoridad indiscutible y general que poseen; para dar importancia especial a las consecuencias de esas doctrinas en el campo de las políticas; y otras veces, para distinguir el sistema de las escuelas críticas que se desarrollaron después de él y que, para muchos economistas, representan cierta decadencia.

Los análisis por parte de los autores Smith y Ricardo revelan el extremado rigor y los principios subyacentes en el funcionamiento del sistema capitalista, así como el proceso histórico que lo produjo. A esto añadió Ricardo sus intentos por descubrir la tendencia de la evolución futura del sistema. En segundo lugar, este análisis se distingue también por haber sido el primero en reconocer explícitamente que los fenómenos sociales, e incluso la historia, obedecen a leyes propias que pueden ser descubiertas. Lo que da a la obra de Smith y Ricardo su carácter científico, fue el conocimiento de una legalidad interior tan compulsiva en la economía capitalista individualista como lo habían sido en el feudalismo las formas externas de reglamentación. Que hayan sido limitados en su análisis técnico y en sus opiniones sobre la validez de las leyes particulares que descubrieron, no desdice la grandeza de su obra.

Ellos enseñaron a los economistas posteriores la necesidad de un principio unificado para explicar los fenómenos económicos. Trataron de dar una idea completa del proceso económico.

En síntesis, los elementos que se distinguen que permiten el aseverar que la doctrina clásica sean considerados como ciencia económica es:

1) La aparición de un cuerpo riguroso, coherente, estructurado y sistematizado de leyes económicas que explican los fenómenos económicos

2) Utilización de un método científico y riguroso, con la finalidad de descubrir leyes que expliquen y pronostiquen ciertos comportamientos.


Bibliografía:

· Eric Roll, Historia de las doctrinas económicas, FCE. BsAs, 1994. Cap.VIII: La economía moderna.

· FERNÁNDEZ LÓPEZ, M. Historia del Pensamiento Económico. Buenos Aires. A-Z, 1998

· LANDRETH &COLANDER. Historia del Pensamiento Económico Ed. CECSA 2000

· GIDE & RIST. Historia de las doctrinas económicas T.I Bs As. Arayú