Mis pensamientos...
martes, 30 de diciembre de 2008
¿De qué trata la economía del comportamiento?
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 4:05 p.m. 0 comentarios
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Dos textos de desarrollo económico muy interesantes
Les dejo dos artículos muy interesantes que encontré.
El primero, respecto a la visión del desarrollo como un proceso de conflicto institucionalizado (¿esto tiene que ver con el conflicto del campo de principios de año?)
http://www.iade.org.ar/uploads/c87bbfe5-6649-67d9.pdf
El segundo, respecto a las políticas desarrollistas implementadas en América Latina y Asia.
http://www.iade.org.ar/uploads/c87bbfe5-b680-a8a2.pdf
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 5:47 p.m. 0 comentarios
10 Consejos para enfrentar la crisis económica
Por Martín Bidegaray y Paula Ancery mbidegaray@clarin.com
Hay que decirlo de una vez: la palabra "crisis" no viene del chino, sino del griego, y su significado etimológico no es "oportunidad", sino "destrucción". Lo que pasa, es cierto, es que en un escenario de destrucción suele haber oportunidades. Para capear la desaceleración que se está viviendo en los distintos sectores, iEco reunió 10 claves para empresarios argentinos en este nuevo escenario, surgidas de las opiniones de consultores de primera línea.
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 1:54 p.m. 0 comentarios
martes, 16 de diciembre de 2008
¿Hay que hacer algún retoque al modelo post convertibilidad? Un breve diagnóstico.
Estos dos grandes activos del Modelo Productivo se alcanzaron a partir del sostenimiento de un tipo de cambio competitivo y del aprovechamiento de un escenario internacional muy favorable.
El principal pilar del actual modelo económico fue el tipo de cambio real depreciado, principal herramienta de política económica para lograr fuertes tasas de crecimiento.
El tipo de cambio “elevado” fomentó la competitividad del sector externo, incentivando así las exportaciones y el nivel de actividad. Paralelamente, la política de dólar alto protegió al sector industrial sustituidor de importaciones, lo cual impactó también positivamente en el crecimiento económico y, más específicamente, en la creación de puestos de trabajo. Adicionalmente a estas dos dimensiones de los efectos “positivos” que tuvo el tipo de cambio depreciado, se puede agregar una tercera, el hecho de dotar de mayor poder adquisitivo a las Retenciones a las exportaciones cobradas por el Sector Público Nacional, otorgándole a este gran capacidad para aplicar políticas fiscales activas, subsidios al sector privado (que ayudan a mantener el tipo de cambio real depreciado) y mecanismos de incentivos de la demanda, principalmente orientados a la estimulación del consumo.
Al mismo tiempo, durante los últimos cinco años tuvimos un círculo virtuoso entre precios internacionales, entrada neta de dólares, inyección de liquidez, expansión del consumo y nivel de actividad. Altos precios internacionales de commodities, generaron un gran volumen de entrada neta de dólares por cuenta corriente. La obligación de liquidar exportaciones en el BCRA, dieron lugar a que la autoridad monetaria interviniera en el mercado cambiario, emitiendo dinero para comprar el exceso de oferta de dólares, e incentivando de esta manera el consumo, la demanda agregada y el nivel de actividad. De acuerdo con nuestras estimaciones, el extraordinario contexto económico internacional contribuyó con algo más de la mitad del crecimiento económico de los últimos años.
Sin embargo, hoy en día ya no contamos con un tipo de cambio tan competitivo, ni con un escenario internacional favorable. En este contexto, el crecimiento económico comienza a languidecer. No obstante, para ser estrictos, el nivel de actividad de la economía argentina ya había comenzado a deteriorarse antes del inicio de la crisis de EEUU y global.
El crecimiento había comenzado a erosionarse como resultado de una política económica que subestimo el problema de la inflación, que terminó apreciando el tipo de cambio real, aumentando los costos internos y restándole competitividad al sector exportador y protección a los sustituidores de importaciones.
A partir de 2005 la política fiscal excesivamente pro cíclica y expansiva fue la generadora de la aceleración inflacionaria, la apreciación del tipo de cambio real (abaratamiento del dólar) y por ende, la principal responsable de las inconsistencias en el actual modelo económico.
Queda cada vez más claro, que desde ese momento se deberían haber introducido modificaciones sustanciales a la política económica. En un contexto de exceso de oferta de dólares y pleno empleo, se tendría que haber abandonado la política fiscal expansiva de estimulación de la demanda agregada y debería haberse aplicado una política fiscal contra cíclica, de acumulación de superávit primario, de manera de generar el ahorro público suficiente como para mantener genuinamente el tipo de cambio nominal sin generar inflación. Por el contrario, se incrementó el gasto público a niveles record, acelerándose en consecuencia la presión sobre los precios y deteriorando la competitividad de la economía.
Así, en forma previa al deterioro del contexto internacional, el crecimiento económico comenzaba ya a debilitarse y la destrucción de puestos de trabajo se convertía en una amenaza real. Es decir, los dos principales logros del modelo productivo se encontraban en jaque antes del desplome global de los mercados financieros
Por otra parte, a los efectos negativos sobre el nivel de actividad provenientes de la inflación y la apreciación del tipo de cambio real (existentes desde comienzos de año), ahora hay que sumarles los provenientes de la esfera internacional, que surgieron recién a partir de julio pasado. El “viento de cola” internacional pasó a transformarse en un “viento de frente”.
Hoy en día la tonelada de soja; trigo y maíz, de la mano de la apreciación del dólar frente al euro y del menor nivel de actividad global, cotizan aproximadamente 35% por debajo de los valores picos de mediados de año. Menores precios internacionales implican una menor entrada neta de dólares, impactando negativamente en el consumo y en el dinamismo de la tasa de crecimiento de la economía. Paralelamente, también implica menores ingresos por Retenciones a las Exportaciones, comprometiendo el superávit y el frente fiscal. Además, el deterioro del escenario internacional no es independiente de la pérdida de competitividad del sector exportador de Argentina ni de la disminución de la protección para el sector industrial local, sino que lo alienta.
Desde el inicio de la crisis, nuestro país ha perdido competitividad y protección con respecto a sus principales socios comerciales, ya que su moneda se ha depreciado mucho menos contra el dólar que las de Brasil, Chile, Uruguay y, Europa en general. En lo que va de la segunda mitad de este año, el peso argentino se ha apreciado nominalmente un 22% y 10% contra el real y el euro; respectivamente.
En términos reales, la apreciación del tipo de cambio es aún mayor, ya que la inflación de nuestro país supera a la que tienen nuestros principales socios comerciales.
En definitiva, a partir de la crisis internacional, el escenario mundial pasó de ser el mejor aliado, a jugar en contra de nuestra economía, complicando aún más un escenario doméstico que ya venía deteriorándose por las propias inconsistencias y errores de política económica en los últimos años.
Adicionalmente, hay que tener en cuenta que la crisis internacional y la reciente apreciación de la moneda doméstica han potenciado la fuga de capitales, que es actualmente el principal problema de la economía argentina.
La fuga de capitales implica salida neta de ahorros, afectando negativamente el consumo, la inversión y el nivel de actividad económica global. Además, implica salida neta de dólares y presión de demanda en el mercado cambiario (cambio de pesos por dólares).
La fuga de capitales surge a partir de la formación de expectativas de depreciación del tipo de cambio y genera desequilibrios en el mercado monetario y cambiario.
Asimismo, implica pérdida neta de ahorros, afectando negativamente el consumo, la inversión y el nivel de actividad económica global. También significa salida neta de dólares, menor demanda de pesos y presión sobre el mercado cambiario.
En los primeros diez meses del año, la salida de dólares ascendió a casi USD19.000 MM, lo que quintuplica el éxodo de dólares que tuvo lugar durante todo 2007, haciéndolo insostenible
En este marco de desequilibrio en el mercado cambiario y monetario, el Gobierno tendría dos caminos. El primero, brindar las señales necesarias para revertir las expectativas y parar la fuga de capitales. Segundo, dejar que las variables económicas converjan a sus nuevos valores de equilibrio.
En este marco, si no se introducen cambios en la política económica vigente, que logren disminuir los actuales niveles de incertidumbre y generen grandes dosis de confianza, el ajuste de la economía hacia un nuevo equilibrio sin fuga de capitales implicaría un aumento del tipo de cambio, menor nivel de actividad y una probable aceleración inflacionaria
En definitiva, el diagnóstico actual de la economía argentina podría resumirse de la siguiente forma: la no sustentabilidad de las políticas económicas domésticas sumada, ahora, la crisis internacional, generaron una apreciación del tipo de cambio, que afecta negativamente el nivel de actividad. En un contexto de creciente incertidumbre, la apreciación del tipo de cambio real, en un momento en el cual los principales socios comerciales devalúan sus monedas, ha dado lugar a expectativas de depreciación, que incentivan la fuga de capitales, generando desequilibrios monetarios y cambiarios que hacen perder reservas al Central y afectan negativamente el nivel de actividad.
Ya mencionamos que el tipo de cambio real depreciado (política de dólar alto) fue el principal pilar del actual modelo económico y la herramienta de política económica más importante para lograr fuertes tasas de crecimiento y bajar el desempleo. Sin un tipo de cambio depreciado, el actual modelo económico pierde sustento.
Sin embargo, el tipo de cambio real competitivo viene perdiendo fuerza lo cual impactó negativamente en el nivel de actividad de Argentina, que viene desacelerándose desde hace varios meses. De hecho, desde fines de 2007, el estimador mensual de la actividad económica, por ejemplo, tenía ya una tendencia declinante y la tasa de expansión de la industria había bajado del 7% a menos del 4% anual.
Puntualmente, dieciséis de los veintidós principales sectores exportadores (agrícolas, agroindustriales e industriales) de nuestro país enfrentan en la actualidad un tipo de cambio efectivo (tipo de cambio real ajustado por retenciones) más bajo que hacia finales de la Convertibilidad lo cual se agravó a partir de la crisis mundial, cuando el euro y el real se depreciaron fuertemente contra el dólar.
En este marco, hay que entender que el tipo de cambio debe estar en el centro de la discusión concerniente a la sustentabilidad de este modelo en el largo plazo.
Un tipo de cambio real elevado y, sobretodo, su estabilidad en el largo plazo, fomentan el crecimiento económico. Un tipo de cambio real elevado y estable genera un mayor nivel de inversión, ya que la economía es más competitiva y por ende más rentable, impactando de manera positiva en el crecimiento de largo plazo. Por el contrario, un tipo de cambio que se aprecia sostenidamente en el tiempo, hace menos rentable a la inversión y con ello, la tasa de crecimiento se reduce por el menor nivel de acumulación de capital físico.
En este marco, el mercado entiende que la supervivencia del modelo productivo exige una depreciación del tipo de cambio real (una devaluación del peso que no se traslade a precios). De hecho, la fuga de capitales es el resultado de las expectativas de los agentes económicos respecto de depreciación del tipo de cambio. Estos esperan que el peso se termine devaluando, por lo que forman activos externos (demandan dólares) esperando que suba el tipo de cambio, esperando ver acrecentado en ese momento su poder adquisitivo. El problema es que mientras se fugan capitales, se demoran las decisiones de consumo e inversión y, por ende, se resiente el nivel de actividad económica.
El punto crucial es que los efectos de una devaluación no son homogéneos, sino que dependen básicamente de su magnitud, de las condiciones de la demanda de dinero, de las políticas monetarias y fiscales y, por último, de la coyuntura del mercado de bienes y del mercado laboral. Una depreciación del tipo de cambio nominal exitosa exige una baja traslación a precios y esto ocurrirá cuanto mayor sea la capacidad ociosa en el mercado de bienes y más alta la tasa de desempleo, más lugar haya para que la demanda de dinero crezca y más anti‐cíclica sea la política fiscal. Estas condiciones macroeconómicas necesarias para una devaluación exitosa estaban en 2003, pero no las vemos hoy en día.
Dadas las condiciones macroeconómicas actuales, hay altas probabilidades que una drástica y fuerte depreciación del tipo de cambio genere, hoy por hoy, más inflación que crecimiento. Por ende, es muy importante que el BCRA intervenga y administre con mucho cuidado las presiones sobre el tipo de cambio, para intentar mejorar paulatinamente la competitividad perdida.
La autoridad monetaria lee muy bien la coyuntura cambiaria y monetaria doméstica. Tiene en claro que la supervivencia del modelo exige un tipo de cambio real más depreciado, pero también tiene en cuenta que, bajos las condiciones macroeconómicas actuales, un “salto” del tipo de cambio podría generar inestabilidad macroeconómica, impactando negativamente en las tasas de crecimiento. El problema más delicado es que nadie puede saber, a ciencia cierta, cual es el umbral a partir del cual un mayor tipo de cambio generará esa inestabilidad macro.
En este contexto, el BCRA está administrando las presiones cambiarias con mucho cuidado, teniendo en claro que se necesita un tipo de cambio más elevado pero, al mismo tiempo, sin olvidar que un salto abrupto de la cotización de la divisa norteamericana podría tener efectos negativos sobre la estabilidad macroeconómica, la inflación y el nivel de actividad.
Desde el estallido de la crisis hay dos sub períodos bien diferenciados. El primero que va desde julio a octubre, cuando el BCRA intentó mantener el tipo de cambio nominal a cambio de vender reservas. El segundo, que se inicia luego de la primera semana de noviembre, cuando el BCRA pareciera convalidar la depreciación nominal del peso y opta por poner restricciones para que los privados compren dólares, en lugar de vender una gran cantidad de reservas. Es más, de tantas trabas establecidas para que los privados puedan comprar dólares, el excedente de dólares del mercado cambiario es nuevamente comprado por el Central que, desde noviembre, ha empezado a acumular algunas reservas otra vez.
La depreciación nominal del peso frente a la divisa norteamericana, recientemente convalidada por el Central, ha permitido mejorar la competitividad con respecto al dólar y también, amortiguar la pérdida de competitividad contra el real y euro, dos monedas que, desde el inicio de la crisis, se han depreciado más fuertemente con respecto a la moneda norteamericana. En este sentido, la depreciación del tipo de cambio nominal convalidada recientemente por el BCRA, ha permitido amortiguar la caída de competitividad frente al real y al euro en un 13.9% y 8.1%; respectivamente.
Asumiendo que la política actual del Central es correcta, podemos calcular, a modo de ejercicio, hasta qué punto se debe depreciar nominalmente el peso para recuperar un determinado nivel de competitividad perdido. Dado que el 2007 fue el último año de fuerte crecimiento, arbitrariamente vamos a elegir como tipo de cambio real objetivo al de enero 2007, que era de 1.26 contra el dólar.
Teniendo en cuenta que la economía americana está enfrentando un proceso deflacionario, cuanto más rápido se deprecie el tipo de cambio nominal contra el dólar, menor será su aumento requerido para recuperar la competitividad. Vamos a tener en cuenta deflaciones mayoristas en EEUU de ‐2.8% (octubre); ‐1.0% (noviembre) y ‐0.5% (diciembre). Paralelamente, vamos a tener en cuenta inflaciones mayoristas en Argentina de +0.5% para el mismo período. Teniendo en cuenta un tipo de cambio promedio de $3.32 en noviembre, el tipo de cambio nominal debería aumentar a un promedio de $3.70 en diciembre 2008 para recuperar la competitividad de enero 2007. Una depreciación nominal del peso argentino contra el dólar que ubicara el tipo de cambio nominal en torno a 3.70 por dólar, sería apenas inferior a la experimentada por el real brasileño desde el inicio de la crisis internacional.
Igualmente, en este punto (sobre la depreciación del tipo de cambio nominal contra el dólar), cabe hacer tres aclaraciones importantes.
Primero, las condiciones macroeconómicas argentinas actuales no aseguran que esta depreciación nominal del peso frente al dólar a 3.70 no tenga efectos inflacionarios y no se acelere, en alguna medida, el aumento general de los precios.
Segundo, hay que considerar el tipo de cambio nominal entorno a $3.70 por dólar como una cotización máxima. En este sentido, vale aclarar que en EEUU la deflación tendería a desaparecer y se podría volver a una senda ligeramente inflacionaria, lo cual mejora la competitividad de la economía argentina e implica, para nuestro país, que se necesita una menor depreciación nominal de nuestra moneda para mantener un determinado nivel de competitividad. En este sentido, la política monetaria extremadamente expansiva que está aplicando la Reserva Federal de EEUU, hace pensar que será muy difícil que la deflación perdure, tanto en la economía americana como en la economía mundial.
Paralelamente, las políticas monetarias expansivas en EEUU y Europa en conjunción con el déficit de cuenta corriente americano, hacen pensar en una salida relativamente rápida de la presente crisis global, lo cual, a su vez, aseguraría, una vez vuelta la confianza a la economía mundial, un nuevo influjo de capitales a Brasil. En este escenario el real brasileño se volvería a apreciar y Argentina volvería a ganar competitividad con respecto al principal socio del MERCOSUR. Este racionamiento también sustenta la hipótesis de que no se necesita necesariamente que el tipo de cambio de nuestro país se deprecie más $3.70 pesos por dólar.
Tercero, la política del BCRA de administrar las presiones cambiarias y convalidar una depreciación de la moneda, debe ser acompañada obligatoriamente por un cambio en la política fiscal que debe pasar a ser consistente con la política cambiaria. El gobierno se enfrenta con un importante dilema. Necesita revertir el clima de incertidumbre y las expectativas negativas y, para lograrlo, debe fortalecer el frente fiscal, aumentando el ahorro y acumulando superávit primario. En este sentido, el gasto público debería volver a crecer a tasas significativamente menores a la de los ingresos fiscales. Una política fiscal expansiva como la que se vino aplicando durante los últimos años, aprecia el tipo de cambio real (ya que genera inflación al crear presiones de demanda en un marco de plena utilización de la capacidad instalada), lo cual hace menos rentable (desincentiva) la inversión, afectando negativamente la acumulación de capital y el crecimiento económico.
Sin embargo, el manual de política macroeconómica recomienda hacer política fiscal expansiva en tiempos de crisis. Es decir, según la teoría económica, ahora sería el momento de hacer una política fiscal contra cíclica, lo opuesto a lo que se necesitaría para “dar vueltas” las expectativas negativas de hoy en día.
Lamentablemente, como ocurrió tantas otras veces en nuestra historia, la Argentina aplicó políticas pro cíclica en los periodos de bonanza, preparadas para afrontar el momento de “vacas flacas”.
En este marco, la alternativa pasaría por aplicar una política de mejora de la calidad del gasto público. Por un lado, deben acumular superávit para revertir las expectativas negativas y, por el otro, tienen que gastar mejor para el gasto se canalice más eficientemente hacia la estimulación del nivel de actividad económica.
Así, se debería reemplazar el gasto en subsidios al sector privado por obras de infraestructura tendientes a complementar y, no, a sustituir la inversión privada.
Este accionar permitiría una complementación entre el multiplicador del gasto y el acelerador de la inversión, que contribuiría a amortiguar la caída de la tasa de crecimiento del producto.
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 11:34 p.m. 0 comentarios
Etiquetas: Actualidad
¿Qué hay que hacer con el tipo de cambio?
El principal pilar del actual modelo económico fue el tipo de cambio real depreciado, principal herramienta de política económica para lograr fuertes tasas de crecimiento.
Ya no hay tipo de cambio competitivo, ni escenario internacional favorable. En este contexto, el crecimiento económico comienza a languidecer. Aunque, comenzó a languidecer antes del estallido de la crisis internacional.
El crecimiento económico había comenzado a erosionarse como resultado de una política económica inconsistente e inflacionaria, que apreció el tipo de cambio real, restándole competitividad al sector exportador y protección a los sustituidores de importaciones.
A los efectos negativos sobre el nivel de actividad provenientes de la inflación y la apreciación del tipo de cambio real (existentes desde comienzos de año), ahora hay que sumarles los provenientes de la esfera internacional, que surgieron, posteriormente, a partir de julio pasado. El escenario internacional pasó de virtuoso a vicioso. El deterioro del escenario internacional no es independiente de la apreciación del tipo de cambio real, sino que la alienta.
La fuga de capitales surge a partir de la formación de expectativas de depreciación del tipo de cambio y el principal problema es que genera, al mismo tiempo, desequilibrios tanto en el mercado monetario, como en el cambiario.
Descartando la posibilidad que la fuga de capitales desaparezca por un cambio de política económica, el ajuste de la economía hacia un nuevo equilibrio sin fugas de capitales implicaría un aumento del tipo de cambio, menor nivel de actividad y, dependiendo de la magnitud del salto de la cotización del dólar, una aceleración inflacionaria.
Sin un tipo de cambio depreciado, el actual modelo económico pierde sustento. Hoy en día, dieciséis de los veintidós principales sectores exportadores (agrícolas, agroindustriales e industriales) de nuestro país enfrentan un tipo de cambio efectivo más bajo que hacia finales de la Convertibilidad, lo cual se agravó a partir de la crisis mundial cuando el euro y el real se depreciaron fuertemente contra el dólar.
Hay que entender que el tipo de cambio debe estar en el centro de la discusión concerniente a la sustentabilidad del modelo Productivo en el largo plazo. Un tipo de cambio real elevado y, sobretodo, su estabilidad en el largo plazo, fomentan el crecimiento económico.
El actual modelo productivo funciona con un tipo de cambio competitivo, por el contrario, sin él terminará agotándose. Un tipo de cambio real elevado y, sobretodo, su estabilidad en el largo plazo, fomentan el crecimiento económico.
La supervivencia del modelo productivo exige una depreciación del tipo de cambio real. El punto crucial es que los efectos de una devaluación no son homogéneos, sino que dependen básicamente de su magnitud, de las condiciones de la demanda de dinero, de las políticas monetarias y fiscales y, por último, de la coyuntura del mercado de bienes y del mercado laboral.
Dadas las condiciones macroeconómicas actuales, hay altas posibilidades que una fuerte depreciación del tipo de cambio genere más inflación que crecimiento, por ende es muy importante que el BCRA intervenga y administre las presiones sobre el tipo de cambio.
La autoridad monetaria lee muy bien la coyuntura cambiaria y monetaria doméstica. Tiene muy en claro que la supervivencia del modelo Productivo exige un tipo de cambio real más depreciado, pero también tiene en cuenta que, bajos las condiciones macroeconómicas actuales, un “salto” del tipo de cambio podría generar inestabilidad macroeconómica, impactando negativamente en las tasas de crecimiento. El problema más delicado es que nadie puede saber, a ciencia cierta, cual es el umbral a partir del cual un mayor tipo de cambio generará esa inestabilidad macro.
En este marco, el BCRA está administrando las presiones cambiarias con mucho cuidado, teniendo en claro que el modelo Productivo necesita un tipo de cambio más elevado, pero, al mismo tiempo, sin olvidar que un salto abrupto de la cotización de la divisa norteamericana podría tener efectos negativos sobre la estabilidad macroeconómica, la inflación y el nivel de actividad.
Teniendo en cuenta que la economía americana está enfrentando un proceso deflacionario, cuanto más rápido se deprecie el tipo de cambio nominal contra el dólar, menor será su aumento requerido para recuperar la competitividad.
Una depreciación nominal del peso argentino contra el dólar que ubicara el tipo de cambio nominal en torno a 3.70 por dólar, sería apenas inferior a la experimentada por el real brasileño desde el inicio de la crisis internacional.
Hay que considerar el tipo de cambio nominal entorno a $3.70 por dólar como una cotización máxima.
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 10:03 p.m. 0 comentarios
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