Mis pensamientos...
jueves, 10 de diciembre de 2009
Interpretación de la matriz insumo-producto del sector foresto industrial de Misiones
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domingo, 25 de octubre de 2009
El sector forestal y la importancia para Misiones
La ventaja competitiva natural del sector forestal de Misiones es reconocida internacionalmente, y ha generado creciente inversiones en los últimos años. En la República Argentina más del 90% de la producción industrial provienen de bosques cultivados y plantados bajo regímenes de promoción, y son recursos renovables que están sujetos a normas ambientales.
La salida de la convertibilidad produjo una devaluación y aumento del tipo de cambio generando una mayor competitividad del sector, ligado a las exportaciones y sustitución de importaciones, con un aumento de las exportaciones y la reactivación del mercado interno
El sector forestal de la Provincia de Misiones, genera en sus actividades directas aproximadamente un 20% de la riqueza provincial y un empleo directo e indirecto estimado para el año 2003 de 69.649 personas. Sus principales actividades directas comprenden la producción madera aserrada, pasta y papel, láminas y terciados y la silvicultura. El desempeño de este sector productivo ha demostrado logros muy significativos en ampliar su capacidad de oferta a los mercados externos; en menos de una década multiplicó por 157 % el valor anual de sus exportaciones, representando el 62,7% de las exportaciones totales.
En la Provincia de Misiones el impacto del crecimiento de valor agregado del sector forestal fue siete veces mayor que el crecimiento de las actividades económicas, en el período 2002-2005. El valor agregado de las actividades directas del sector forestal- VASF (aserraderos, pasta y papel, láminas y terciados y la silvicultura), creció en términos reales un 41.23%, Siendo el crecimiento de la economía de Misiones solo un 5,42%. Esto indica que el motor del crecimiento de la economía misionera, en dicho período es el sector forestal.
La fabricación de Pasta y Papel se incrementó, en el período 2002-2005, un 36.86%. En el mismo período, la actividad de los Aserraderos mostró un aumento del 39.65%, la Silvicultura un 55.88%, y, por último, la actividad de Laminados y Terciados, un 55.72%.
El VASF tiene un peso relativo diferencial: la silvicultura (sector primario) representa el 21% y el sector de industrias manufactureras el 79%, sumatoria correspondiente a aserraderos 33,7%, pasta y papel 42,7% y laminados 2,6%; indicando el peso económico de las actividades industriales en el contexto del sector en estudio.
La silvicultura representa el 46.93% respecto al total del sector primario el año 2005, desplazando a la agricultura que siempre presentó una supremacía respecto a las demás actividades.
En el valor agregado del sector de las manufacturas (aserraderos, fabricación pasta y papel, laminados y terciados) representa un 60,6% del PBG Industrial, lo que valida el peso económico del sector foresto industrial en la creación de riqueza en la industria local.
Los aserraderos (incorporado muebles) tienen una participación estimada en el PBG Industrial del año 2005 del 25,8%, la pasta y el papel un 32,8% y laminado un 2%. La actividad de la pasta y papel registró entre los años 1999 y 2005, un incremento notable, desplazando a la actividad de los aserraderos del primer lugar que habían tenido en buena parte de la década de los 90.
La participación relativa de la actividad de Pasta y Papel se incrementó de un 19.1% del año 1999 a un 32.8% del año 2005 y la participación de los aserraderos mantuvo la tendencia de un 25,5%.
Los impactos sobre el empleo directo del sector forestal de Misiones, según los resultados de la Matriz Insumo Producto del Bosque Forestal Implantado de Misiones, del año 2003, generan un multiplicador diferencial sobre los empleos directos por actividad, es decir, amplían su capacidad y generación de empleo indirecto. La actividad de celulosa y papel, genera un multiplicador 13.08, el mayor frente a la resto de las actividades forestales: 3.25 de madera aserrada, 2,58 de laminados y tableros, y 1,08 de muebles y partes.
Si bien la actividad forestal primaria representa el 72,7% del empleo directo total del sector, el empleo indirecto es indeterminado.
En la actividad de la industria de la madera, los aserraderos involucran al 70,32% de la fuerza laboral directa, generando actividades indirectas e involucrando a más de la mitad (58%) de la fuerza laboral indirecta de la industria.
La actividad de celulosa y papel, es la de mayor capacidad de generar empleos indirectos, representa solo el 8% del empleo directo de la industria con actividades indirectas, que emplean a más de un tercio (37%)
El comportamiento frente a la generación de empleo de la fabricación de muebles es diferente, su fuerza laboral está en el empleo directo, por las características del negocio de micro pequeñas empresas familiares, y con poca capacidad de producción y oferta para expandir otras actividades, entre otras causas.
El empleo directo estimado para el año 2007 es de 63.367 personas, o sea un crecimiento del 58,9%, entre los años 2003 y 2007. De manera desagregada, se proyectó un crecimiento mayor del empleo de los aserraderos (76,2%), y de la fabricación de muebles (78%), frente a la actividad forestal primaria (55,1%), pasta y papel (21,6%) y de laminados (36,1%); manteniendo la supremacía de la fuerza laboral directa en la actividad primaria forestal, y en las actividades industriales los aserraderos.
La capacidad productiva de madera proveniente de bosques implantados en Misiones, representa el 86,28% de la producción total de madera.
Al analizar las extracciones de rollizos de madera de bosques implantados, y ponderar como consumo industrial, se revela que Misiones provee al mercado el 61,36% de rollizos para la industria del aserrado y celulosa con el 85% de pino, 100% de araucaria y paraíso, 6% de eucalipto, y 5% resto de kiri, grevillea y otros. Lo que resalta la importancia de los recursos forestales de Misiones.
El complejo exportador de origen forestal en Argentina, en base al INDEC, constituido por productos del complejo celulósico papelero, maderero y otras exportaciones forestales, significó un aporte de divisas en el año 2007, del orden de los 971,9 millones de dólares. El complejo forestal representa el 2% de los complejos productivos de la Argentina. En cuanto a las compras al extranjero de productos forestales el valor asciende para el mismo año, a 1.366,1millones de dólares (Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable, 2006). Por lo que el saldo comercial es negativo, en 400 millones de dólares, por cada dólar que ingresan al país en concepto de exportaciones de productos forestales se pagan 1,40 dólares en compras del extranjero productos forestales.
Un dato significativo es que la provincia de Misiones contribuye con el 28,32% en las exportaciones totales del complejo de origen forestal de Argentina, y en las exportaciones del complejo celulósico-papelero Misiones participa con el 24,28%, y en el complejo maderero con el 47,42%. Lo que revela la importancia de la actividad exportadora forestal de la provincia en el contexto nacional.
Las exportaciones de productos forestales en Misiones (maderas y sus manufacturas, productos celulósicos papeleros y los muebles), constituyen el 62,70% del total exportaciones provinciales, generando ventas al exterior en el orden de los 274 millones de dólares.
Su expansión se refleja en el comportamiento que tuvo en la década pasada, incrementándose la participación del 48% respecto al 62,7% de la actualidad.
El grado de dependencia de las exportaciones totales de la provincia de Misiones con respecto a las exportaciones de productos forestales es altamente significativo. No solo en función de su peso específico sino también en el alto grado de dependencia lineal positiva de los valores de exportaciones totales y forestales para el período 1998-2007, que medido en función de la correlación de dichos valores por el coeficiente de se denota una relación directamente proporcional del 98,77%.
Los indicadores económicos reflejan que el sector forestal de Misiones constituye una actividad importante en la economía local, impactando directa e indirectamente sobre otros sectores de la economía provincial, como la construcción y los servicios de transporte, comercio, metalúrgica, entre otros.
Misiones provee el 61% de materia prima de bosques implantados, que se consume en la industria en el país, y genera en ventas de Argentina al mercado externo, el 47% de productos de la industria de aserrado y remanufacturas y 24% de celulosa y papel, indicando importancia de la actividad forestal de la provincia en el contexto nacional.
El entorno externo es decisivo en una actividad como la forestal estrechamente ligada al comercio exterior, dado que dos tercios de las exportaciones totales de Misiones provienen del sector forestal. Por ello las incertidumbres económicas que se planteen repercuten en la economía del sector y de Misiones.
La devaluación de la moneda, el incremento de precios internacionales y un mercado en expansión como el de Estados Unidos al inicio del 2002 inyectaron rentas adicionales, con expansión de la producción. La caída de la demanda internacional de las exportaciones misioneras de manufacturas forestales se agravó, consecuencia de la crisis subprime de los EEUU, a partir del año 2005, provocando una contracción de las cantidades exportadas y las rentas internacionales. Esta crisis del sector es la antesala de la crisis financiera mundial, a partir de septiembre de 2008, que restringe el crédito y genera una mayor reducción de los ingresos por ventas externas ante el menor nivel de actividad mundial.
El dinamismo de la actividad forestal de Misiones muestra signos decrecientes en la desaceleración del valor agregado de las actividades forestales directas y en el decrecimiento real de las exportaciones. Si bien los ingresos al sector forestal de Misiones han aumentado, los agentes económicos del sector pierden competitividad, por la apreciación del tipo de cambio real y la aceleración de los costos internos e importados, además de la retracción de la demanda internacional.
Es previsible que la producción exportable en el año 2009 disminuya, y dicha producción compita en el mercado interno, actuando sobre las ventas domésticas totales de los agentes que comercian en el mercado interno.
El tipo de cambio no es el factor decisivo en la competitividad, porque si bien en un momento es una oportunidad, puede transformarse en una amenaza, para construir y generar ventajas competitivas genuinas y durables. Las ganancias vinculadas a la productividad e innovación tecnológica, son ventajas que perduran y pueden retroalimentarse por el proceso de aprendizaje adquirido.
La foresto industria de Misiones es un sector con recursos para captar rentas internacionales, y frente al limitado tamaño del mercado interno, el desarrollo del sector debería inevitablemente orientarse hacia al mercado externo para su expansión a largo plazo.
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 8:59 p.m. 0 comentarios
martes, 12 de mayo de 2009
La economía que viene después de las elecciones
El diario la Nación consultó a prestigiosos economistas sobre el rumbo de la economía argentina en los próximos meses.
Precisamente les hice un resumen de lo manifestado por cada economista consultado.
Mario Brodersohn (CONSULTORA ECONOMÉTRICA): para el segundo trimestre del 2009, la actividad económica se reduciría un 1.3%, la inflación un 12% anual, desempleo 7.9% y dólar $3.90. Para fines de 2009, la actividad cae 3.7%, la inflación anual 13%, el desempleo 8.1% y el dólar no menor a $4.2
Daniel Artana: (CONSULTORA FIEL): Para fines de Junio, la actividad caería un 4%, el desempleo 11.5%, el dólar a $4.30 y la inflación un 16% (diciembre 09-diciembre 08)
Miguel Kiguel (ECONVIEWS): Fines de Junio: Actividad: –2.7% (año contra año); Inflación: 17.5%, Desempleo: 9.1%; Dólar: $3.82
Luis Eduardo Curia: Para fines de 2009 la inflación un 12% / 13% anual, desempleo 8.5% y el dólar $3.65/$3.85
Miguel Bein (Estudio Bein y Asociados): Fines de 2009: Actividad: +1.5%; Inflación: 12% y 14%; Desempleo: 8.5%; Dólar: $4.18
Rodrigo Pena (director de LCG): Actividad: –3%; Inflación: 12% (2009-2008); Desempleo: 9.5% para el segundo trimestre 2009 y 11% para fines de año; Dólar: $4.4 a fin de año.
Daniel Marx (AGM): Fines de 2009. Actividad: 0% de crecimiento; Inflación: 13% anual; Desempleo: 8.4%; Dólar: $3.8
Claudio Lozano: (CTA) Fines de 2009. Actividad: –1%; Inflación: 15% anual; Desempleo: 10% anual; Dólar: $4.20
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viernes, 10 de abril de 2009
COMPETITIVIDAD DE LOS FACTORES MACROECONÓMICOS E INSTITUCIONALES EN EL SECTOR DE LA FORESTO INDUSTRIA DE LA PROVINCIA DE MISIONES
Les dejo un informe elaborado por mi, para el Comité Ejecutivo de Desarrollo e Innovación Tecnológica de la provincia de Misiones.
Hacer click en este link
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 12:29 a.m. 0 comentarios
jueves, 9 de abril de 2009
¿Sabías que existen diferentes términos con diferentes significados, cuando hablamos de incremento generalizado de precios?
Hola, a continuación explicaré todos los conceptos relacionados con la temática inflación.
Estabilidad de Precios: Permanencia en el tiempo del nivel general de precios de una economía.
Inflación galopante: Se trata de procesos inflacionarios importantes, con tasas de dos o tres dígitos.
Inflación reptante: Alzas moderadas en los niveles de precios que, generalmente, no sobrepasan un porcentaje de un dígito.
Inflación subyacente: Es la que viene reflejada por la evolución del IPC, cuando a su nivel general se descuenta la incidencia de la energía y los alimentos sin elaborar.
Inflación larvada: es la que se produce cuando, sin cambiar los precios unitarios, se rebajan los pesos o las calidades de los productos.
Inflación reprimida: La inflación está frenada artificialmente por controles de precios.
Inflación de demanda: Inflación imputable principalmente al aumento de las intenciones de consumo.
Desinflación: es la desaceleración en el ritmo de crecimiento de los precios.
Deflación: Se manifiesta en la caída del nivel general de precios.
Hiperinflación: Es la alza de precios de la más alta intensidad, incluso por encima de los tres dígitos (más del 1000% anual), cuando otra moneda, o toda una serie de bienes, acaban por sustituir al dinero oficial como patrón de intercambio.
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 8:54 p.m. 0 comentarios
Etiquetas: Inflación
sábado, 14 de marzo de 2009
¿Por qué el socialismo?
por Albert Einstein
(Artículo publicado originalmente en Monthly Review, New York, mayo 1949.)
¿Debe quien no es un experto en cuestiones económicas y sociales opinar sobre el socialismo? Por una serie de razones creo que sí.Permítasenos primero considerar la cuestión desde el punto de vista del conocimiento científico. Puede parecer que no haya diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía: los científicos en ambos campos procuran descubrir leyes de aceptabilidad general para un grupo circunscrito de fenómenos para hacer la interconexión de estos fenómenos tan claramente comprensible como sea posible. Pero en realidad estas diferencias metodológicas existen. El descubrimiento de leyes generales en el campo de la economía es difícil porque la observación de fenómenos económicos es afectada a menudo por muchos factores que son difícilmente evaluables por separado. Además, la experiencia que se ha acumulado desde el principio del llamado período civilizado de la historia humana —como es bien sabido— ha sido influida y limitada en gran parte por causas que no son de ninguna manera exclusivamente económicas en su origen. Por ejemplo, la mayoría de los grandes estados de la historia debieron su existencia a la conquista. Los pueblos conquistadores se establecieron, legal y económicamente, como la clase privilegiada del país conquistado. Se aseguraron para sí mismos el monopolio de la propiedad de la tierra y designaron un sacerdocio de entre sus propias filas. Los sacerdotes, con el control de la educación, hicieron de la división de la sociedad en clases una institución permanente y crearon un sistema de valores por el cual la gente estaba a partir de entonces, en gran medida de forma inconsciente, dirigida en su comportamiento social.Pero la tradición histórica es, como se dice, de ayer; en ninguna parte hemos superado realmente lo que Thorstein Veblen llamó «la fase depredadora» del desarrollo humano. Los hechos económicos observables pertenecen a esa fase e incluso las leyes que podemos derivar de ellos no son aplicables a otras fases. Puesto que el verdadero propósito del socialismo es precisamente superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia económica en su estado actual puede arrojar poca luz sobre la sociedad socialista del futuro.En segundo lugar, el socialismo está guiado hacia un fin ético-social. La ciencia, sin embargo, no puede establecer fines e, incluso menos, inculcarlos en los seres humanos; la ciencia puede proveer los medios con los que lograr ciertos fines. Pero los fines por sí mismos son concebidos por personas con altos ideales éticos y —si estos fines no son endebles, sino vitales y vigorosos— son adoptados y llevados adelante por muchos seres humanos quienes, de forma semi-inconsciente, determinan la evolución lenta de la sociedad.Por estas razones, no debemos sobrestimar la ciencia y los métodos científicos cuando se trata de problemas humanos; y no debemos asumir que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse en las cuestiones que afectan a la organización de la sociedad. Muchas voces han afirmado desde hace tiempo que la sociedad humana está pasando por una crisis, que su estabilidad ha sido gravemente dañada. Es característico de tal situación que los individuos se sienten indiferentes o incluso hostiles hacia el grupo, pequeño o grande, al que pertenecen. Como ilustración, déjenme recordar aquí una experiencia personal. Discutí recientemente con un hombre inteligente y bien dispuesto la amenaza de otra guerra, que en mi opinión pondría en peligro seriamente la existencia de la humanidad, y subrayé que solamente una organización supranacional ofrecería protección frente a ese peligro. Frente a eso mi visitante, muy calmado y tranquilo, me dijo: «¿Por qué se opone usted tan profundamente a la desaparición de la raza humana?»Estoy seguro de que hace tan solo un siglo nadie habría hecho tan ligeramente una declaración de esta clase. Es la declaración de un hombre que se ha esforzado inútilmente en lograr un equilibrio interior y que tiene más o menos perdida la esperanza de conseguirlo. Es la expresión de la soledad dolorosa y del aislamiento que mucha gente está sufriendo en la actualidad. ¿Cuál es la causa? ¿Hay una salida?Es fácil plantear estas preguntas, pero difícil contestarlas con seguridad. Debo intentarlo, sin embargo, lo mejor que pueda, aunque soy muy consciente del hecho de que nuestros sentimientos y esfuerzos son a menudo contradictorios y obscuros y que no pueden expresarse en fórmulas fáciles y simples.El hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida. Solamente la existencia de estos diferentes y frecuentemente contradictorios objetivos por el carácter especial del hombre, y su combinación específica determina el grado con el cual un individuo puede alcanzar un equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy posible que la fuerza relativa de estas dos pulsiones esté, en lo fundamental, fijada hereditariamente. Pero la personalidad que finalmente emerge está determinada en gran parte por el ambiente en el cual un hombre se encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en la que crece, por la tradición de esa sociedad, y por su valoración de los tipos particulares de comportamiento. El concepto abstracto «sociedad» significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas las personas de generaciones anteriores. El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por sí mismo; pero él depende tanto de la sociedad —en su existencia física, intelectual, y emocional— que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad. Es la «sociedad» la que provee al hombre de alimento, hogar, herramientas de trabajo, lenguaje, formas de pensamiento, y la mayoría del contenido de su pensamiento; su vida es posible por el trabajo y las realizaciones de los muchos millones en el pasado y en el presente que se ocultan detrás de la pequeña palabra «sociedad».Es evidente, por lo tanto, que la dependencia del individuo de la sociedad es un hecho que no puede ser suprimido —exactamente como en el caso de las hormigas y de las abejas. Sin embargo, mientras que la vida de las hormigas y de las abejas está fijada con rigidez en el más pequeño detalle, los instintos hereditarios, el patrón social y las correlaciones de los seres humanos son muy susceptibles de cambio. La memoria, la capacidad de hacer combinaciones, el regalo de la comunicación oral han hecho posible progresos entre los seres humanos que son dictados por necesidades biológicas. Tales progresos se manifiestan en tradiciones, instituciones, y organizaciones; en la literatura; en las realizaciones científicas e ingenieriles; en las obras de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el hombre puede influir en su vida y que puede jugar un papel en este proceso el pensamiento consciente y los deseos.El hombre adquiere en el nacimiento, de forma hereditaria, una constitución biológica que debemos considerar fija e inalterable, incluyendo los impulsos naturales que son característicos de la especie humana. Además, durante su vida, adquiere una constitución cultural que adopta de la sociedad con la comunicación y a través de muchas otras clases de influencia. Es esta constitución cultural la que, con el paso del tiempo, puede cambiar y la que determina en un grado muy importante la relación entre el individuo y la sociedad como la antropología moderna nos ha enseñado, con la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de seres humanos puede diferenciar grandemente, dependiendo de patrones culturales que prevalecen y de los tipos de organización que predominan en la sociedad. Es en esto en lo que los que se están esforzando en mejorar la suerte del hombre pueden basar sus esperanzas: los seres humanos no están condenados, por su constitución biológica, a aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel, infligido por ellos mismos.Si nos preguntamos cómo la estructura de la sociedad y de la actitud cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la vida humana tan satisfactoria como sea posible, debemos ser constantemente conscientes del hecho de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar. Como mencioné antes, la naturaleza biológica del hombre es, para todos los efectos prácticos, inmodificable. Además, los progresos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado condiciones que están aquí para quedarse. En poblaciones relativamente densas asentadas con bienes que son imprescindibles para su existencia continuada, una división del trabajo extrema y un aparato altamente productivo son absolutamente necesarios. Los tiempos —que, mirando hacia atrás, parecen tan idílicos— en los que individuos o grupos relativamente pequeños podían ser totalmente autosuficientes se han ido para siempre. Es solo una leve exageración decir que la humanidad ahora constituye incluso una comunidad planetaria de producción y consumo.Ahora he alcanzado el punto donde puedo indicar brevemente lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. Se refiere a la relación del individuo con la sociedad. El individuo es más consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso su existencia económica. Por otra parte, su posición en la sociedad es tal que sus pulsiones egoístas se están acentuando constantemente, mientras que sus pulsiones sociales, que son por naturaleza más débiles, se deterioran progresivamente. Todos los seres humanos, cualquiera que sea su posición en la sociedad, están sufriendo este proceso de deterioro. Los presos a sabiendas de su propio egoísmo, se sienten inseguros, solos, y privados del disfrute ingenuo, simple, y sencillo de la vida. El hombre sólo puede encontrar sentido a su vida, corta y arriesgada como es, dedicándose a la sociedad.La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se están esforzando incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo —no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente establecidas. A este respecto, es importante señalar que los medios de producción —es decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital adicional— puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares.En aras de la simplicidad, en la discusión que sigue llamaré «trabajadores» a todos los que no compartan la propiedad de los medios de producción — aunque esto no corresponda al uso habitual del término. Los propietarios de los medios de producción están en posición de comprar la fuerza de trabajo del trabajador. Usando los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial en este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En cuanto que el contrato de trabajo es «libre», lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar. Es importante entender que incluso en teoría el salario del trabajador no está determinado por el valor de su producto.El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directa o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos.La situación que prevalece en una economía basada en la propiedad privada del capital está así caracterizada en lo principal: primero, los medios de la producción (capital) son poseídos de forma privada y los propietarios disponen de ellos como lo consideran oportuno; en segundo lugar, el contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no existe una sociedad capitalista pura en este sentido. En particular, debe notarse que los trabajadores, a través de luchas políticas largas y amargas, han tenido éxito en asegurar una forma algo mejorada de «contrato de trabajo libre» para ciertas categorías de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la economía actual no se diferencia mucho de capitalismo «puro». La producción está orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No está garantizado que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar empleo; existe casi siempre un «ejército de parados». El trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo. Desde que parados y trabajadores mal pagados no proporcionan un mercado rentable, la producción de los bienes de consumo está restringida, y la consecuencia es una gran privación. El progreso tecnológico produce con frecuencia más desempleo en vez de facilitar la carga del trabajo para todos. La motivación del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a esa amputación de la conciencia social de los individuos que mencioné antes.Considero esta mutilación de los individuos el peor mal del capitalismo. Nuestro sistema educativo entero sufre de este mal. Se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura.Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males: el establecimiento de una economía socialista, acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía así, los medios de producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una forma planificada. Una economía planificada que ajuste la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de la responsabilidad para sus compañeros-hombres en lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual.Sin embargo, es necesario recordar que una economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?
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viernes, 30 de enero de 2009
A contramano de lo que anticipaba un año atrás la mayor parte de las encuestas y de los pronósticos, el 4 de noviembre de 2008 Barack Obama arrasó en las elecciones presidenciales norteamericanas.
Con más de 66 millones de votos -un 53% del total- se aseguró más del doble de electores que los obtenidos por el candidato republicano, el veterano de Vietnam John McCain. De este modo, la llamada “era Bush” parece haber llegado a su fin, y de la peor manera: con una estrepitosa derrota electoral. Al día siguiente del triunfo, la primera plana del New York Times se refería a la victoria como el derrumbe de “la barrera racial”, haciéndose eco de las polémicas acerca de los aspectos políticos y culturales asociados con el color de piel del hasta entonces senador por Illinois. Sin embargo, en la actual coyuntura, lo que parece estar en juego es una transformación de mayor trascendencia y envergadura que la superación de un arraigado prejuicio racial.
A nadie se le escapa que, debido a la posición mundial ocupada por Estados Unidos, prácticamente cualquier cambio en sus políticas, ya sean externas o internas, tendrá siempre un considerable impacto en el resto del planeta.
Pero el hecho de que el candidato ganador haya enarbolado como emblema de campaña su voluntad de “cambio” no debería suscitar, con todo, una atención desmesurada rigor, el centro del escenario no está actualmente ocupado por la cuestión de la igualdad racial ni tampoco por otros temas tan sensibles como el retiro de las tropas de Irak o la reforma del sistema de salud. Como por sorpresa, la crisis financiera que estalló súbitamente en el último tramo de la carrera electoral se transformó rápidamente en uno de los factores fundamentales tanto para comprender su resultado como para articular cualquier reflexión acerca del futuro gobierno de Obama. De hecho, millones de estadounidenses confesaron haber cambiado su voto por el temor a perder sus empleos.
De manera que el “gran problema” es hoy la crisis y, por tanto, las medidas que tomará el gobierno entrante para hacerle frente.
Obama debe su triunfo, al menos en parte, a la crisis económica en curso, que con su virulencia terminó de hundir al partido Republicano.
¿Qué puede esperarse de su gobierno? ¿Viene Obama, como algunos creen, a instrumentar un
“nuevo” New Deal? La respuesta no ha tardado en llegar. A diez días de haberse convertido en el futuro presidente de la principal potencia mundial, Obama intimó públicamente al Congreso a tomar medidas urgentemente. En realidad, el Parlamento ya había empezado a actuar, cuando el 3 de octubre cedió ante el chantaje de Bush y aprobó -aunque con modificaciones- un plan de salvataje sin precedentes en la historia en la actual encrucijada. En (700 mil millones de dólares).
Conviene recordar las palabras de advertencia del presidente Bush:
Soy un convencido creyente en la libre empresa, de manera que mi instinto natural es oponerme a la intervención del Estado. Pero estas no son circunstancias normales. El mercado no está funcionando adecuadamente.
Hay una difundida pérdida de confianza. Sin una acción inmediata del Congreso, Estados
Unidos puede resbalar en el pánico. Si el Congreso no lo aprueba, la Nación puede enfrentar una larga y penosa recesión. Obama, en un discurso difundido el 15 de noviembre insinuó algunas medidas que, cuando se las compara con las de Bush, no parecen contar con la misma fuente de inspiración ni tampoco tener idéntica orientación: Pido al Congreso que apruebe un pago por adelantado para un plan de rescate que cree empleos, alivie el sufrimiento de las familias y ayude a poner a la economía nuevamente encrecimiento […]. Si el Congreso no aprueba de inmediato un plan que proporcione a la economía el impulso que necesita, lo convertiré en mi primera medida como presidente.[…] Esto comienza con el tipo de inversiones de largo plazo que hemos abandonado por demasiado tiempo.
Las campañas electorales, por su parte, al estar gobernadas por la insípida y especulativa circunspección recomendada por los expertos en mercadeo del voto, tampoco anticipan demasiado lo que va a ocurrir. Acaso por eso las opiniones acerca de la verdadera orientación política de Obama -quien, según el polémico Noam Chomsky, no es más que “un blanco que tomó dos horas de sol”- difieren diametralmente. En otras palabras, no es cierto que el partido Republicano sea definidamente reaccionario y el partido Demócrata claramente progresista. Menos aun cabe una distinción entre derecha e izquierda. Para sumar elementos de ambigüedad, Obama informó sobre quiénes serían los integrantes de su grupo de asesores en economía, entre
ellos, algunos poderosos empresarios como los presidentes de Google y Time Warner-, más un as de las finanzas -como el multi- millonario Warren Buffet-, el secretario del tesoro de Clinton y hasta el presidente de la reserva federal de los tiempos de Clinton (y ¡de Reagan!), Paul Volker. De manera que tanto el vertiginoso desenvolvimiento de la crisis como la mesura de las palabras de Obama aconsejan avanzar con prudencia en el terreno de los pronósticos ya que no puede aún anticiparse el alcance que tendrá la crisis y tampoco se conocen los pasos que tomará el gobierno.
Así y todo, es imposible pasar por alto el llamativo giro en el discurso referido a las causas que provocaron la crisis y sus presuntos remedios. Mientras las palabras -y las acciones- de George Bush destilaron siempre una confesa fe en los mercados, de las medidas propuestas por Obama emana un inocultable aroma keynesiano.
Si así fuera, ante la emergencia de esta nueva crisis se estaría reeditando el enfrentamiento entre las perspectivas “(neo) liberales” y “(neo) keynesianas”, un choque de posiciones contrapuestas que explica en buena medida los avatares de la historia del pensamiento económico “oficial” desde la segunda posguerra.
Lo primero que debe advertirse es que aunque opuestos, ninguno de estos dos puntos de vista que conviven dentro del mainstream proporciona una explicación profunda acerca de la
naturaleza de las crisis. Para empezar, ambas confían en que, de aplicarse las medidas adecuadas, las crisis económicas pueden evitarse por completo, es decir, que no son inherentes al proceso mismo de acumulación de capital.
De ahí que resulten insuficientes para desentrañar las causas últimas de la crisis actual. Sin embargo, al conocer estas vertientes se entiende mejor el debate norteamericano sobre los instrumentos económicos del gobierno. En lo que sigue de esta sucinta nota intentaremos establecer los elementos que, a grandes rasgos, las separan. La crisis y las explicaciones
ortodoxas En octubre de 2007, luego de un ciclo de alza que se extendió por un lustro, el índice Dow Jones -basado sobre el promedio de los valores de los principales papeles industriales superó el nivel récord de los 14.000 puntos. Un año después, en octubre 2008, el Dow se había desplomado hasta llegar a los 8.000 puntos, 3.000 de los cuales se perdieron en una vertiginosa caída libre que duró tan solo un mes. Es por eso que las comparaciones con el crash bursátil de 1929 no son de ningún modo exageradas: entre septiembre y noviembre de 1929, el índice industrial Times perdió un 50% de su valor, pese a los desesperados
intentos de “rescate” y a las inyecciones de optimismo por parte de las autoridades y de los grandes barones de Wall Street. Aunque el mundo haya cambiado sustantivamente en el transcurso de estos 70 años, no es raro entonces que ante un colapso de similares proporciones los debates que se originaron durante y después de la Gran Depresión tiendan a repetirse.
Del mismo modo, se repiten los deslices de los economistas ortodoxos que hoy, como entonces,
sumidos en la más completa desorientación, oscilaban entre la redonda negación de la crisis y el anuncio de la definitiva debacle del capitalismo.
En los treinta, el prestigioso economista Irving Fisher, por caso, ingresó a la historia no sólo por
sus aportes a la teoría neoclásica de los precios, sino también por haber declarado poco después
del Jueves Negro de 1929 que “dentro de unos meses espero ver el mercado de valores bastante
más alto de lo que está hoy”. En el otro extremo, el 10 de octubre de 2008, el Washington Post publicó un editorial donde afirmaba que “la más grande crisis financiera desde la Gran Depresión reclama otra víctima: el capitalismo estilo americano”. Al mismo tiempo, sin pretensiones de rigor científico, los discursos políticos, a prensa y hasta el sentido común encontraban rápidamente dos posibles responsables para la actual crisis: de un lado, los financistas con su desenfrenada sed de ganancia -la codicia- y, del otro, el Estado que falló al implementar regulaciones adecuadas para impedir la debacle. Más allá de los pronósticos errados por exceso o por defecto, lo que aquí nos interesa es develar la teoría económica que está detrás de la visión ortodoxa. En las etapas de prosperidad, la palabra crisis suele ser borrada
del glosario de la teoría oficial. Las pocas veces que aparece lo hace a título ilustrativo, con el propósito de demostrar que las fallas que en el pasado produjeron esos fatídicos episodios ya han sido convenientemente solucionadas, de manera que, por definición, la crisis anterior fue siempre, en realidad, la última de las crisis. Para verificarlo no hay más que recorrer las páginas de los libros de texto con los que la ortodoxia enseña economía a lo largo y a lo ancho del planeta. Sin embargo, cuando como en el presente, el recurso de la negación ya no puede ser empleado para explicar el fenómeno, se apela a una tajante separación del proceso económico en dos esferas: la “real” -que comprende la producción, el empleo, el comercio- y la “monetaria” o “financiera” -en la que operan el dinero, las acciones, el crédito-. Como las crisis capitalistas suelen manifestarse en primer lugar y con enorme virulencia en los mercados financieros, la ortodoxia intenta primeramente circunscribir el fenómeno exclusivamente a este territorio.
Aunque la idea tiene raíces anti- guas, el autor que llevó este enfoque hasta su extremo es, sin lugar a dudas, Milton Friedman, fundador del moderno monetarismo. En un ambicioso libro escrito junto con su esposa Anna Schwartz, Historia monetaria de los Estados Unidos, 1867-1960, publicado en 1965, Friedman sostenía que la verdadera causa de la Gran Depresión debía buscarse en la defectuosa política monetaria desplegada por el Gobierno a través de la Reserva Federal. Cuando en octubre de 1929 estalló la burbuja especulativa, muchos inversores tuvieron dificultades para cubrir sus deudas bancarias, lo que produjo una ola de quiebras y el desplome del sistema.
La Reserva Federal podría haber llegado a una solución mucho mejor comprando a gran escala en el mercado abierto títulos de deuda pública. Esta operación habría proporcionado
dinero efectivo adicional a los bancos para hacer frente a los reclamos de los depositantes. Se habría acabado así -o, al menos, habría disminuido en medida considerablela
corriente de quiebras bancarias, y se habría impedido que el intento de convertir los depósitos bancarios en dinero efectivo por parte de los depositantes redujera la cantidad de éste. Desgraciadamente, la actuación de la Reserva Federal fue dubitativa y escasa. En lo esencial no actuó y dejó que la crisis siguiera su curso (un modelo de conducta que iba a repetir una y otra vez durante los dos años siguientes). [Friedman (1997) Libertad de elegir, ed. Folio, p. 122]
Esta explicación estrictamente monetaria de la crisis sólo sería anecdótica, si no fuera que Ben Bernanke, el actual presidente de la Reserva Federal y protagonista de los acontecimientos recientes, en un discurso que pronunció en honor a Friedman en noviembre de 2002, luego de sintetizar su tesis principal acerca del origen de la crisis agregó: “permítanme
terminar mi conferencia abusando levemente de mi carácter de representante de la Reserva Federal. Quiero decirles a Milton y a Anna: en lo que respecta a la Gran Depresión, tienen razón, fue culpa nuestra. Lo lamentamos mucho. Pero gracias a ustedes, no volveremos a hacerlo”. Seguramente no sospechaba entonces que en 2008 estaría comandando junto con el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, la implementación del paquete de rescate en medio de una feroz tormenta financiera. El problema, claro está, no es lo que Bernanke dijo en 2002, sino lo que efectivamente hizo seis años después.
La administración republicana reaccionó ante el crash inmobiliario y bursátil que afectó el patrimonio de los bancos aplicando a rajatabla la recomendación de Friedman. Se ha sostenido equivocadamente que Bush, al “nacionalizar” algunas compañías financieras quebradas, se había convertido al keynesianismo o incluso al “socialismo”. Pero lo que en realidad hizo el gobierno republicano ue razonar a la manera monetarista y aplicar, por consiguiente, un remedio monetarista.
El dinero lo es todo. La crisis se expande debido a la falta de liquidez y, por consiguiente, el antídoto consiste en inundar el mercado con efectivo líquido. Si hay más dinero, no hay más crisis.
Estas medidas implican, induda-blemente, una muy costosa intervención por parte del Estado. Sin embargo, no toda intervención del gobierno es, por definición, keynesiana. Lo que ocurre es que la otra vertiente de la economía oficial atribuye la crisis a factores distintos y, por tanto, propone una intervención por completo diferente.
No es sencillo exponer sintéticamente los aspectos centrales de la perspectiva keynesiana debido a que, en realidad, dentro del amplio espectro de los seguidores de Keynes han proliferado innumerables escuelas, subgrupos y tendencias cuyas teorías no coinciden demasiado entre sí. Es por eso que, para pisar terreno seguro, utilizaremos algunas citas extraídas directamente de la
Teoría General.
El argumento central puede resumirse del siguiente modo: el monto de la producción y el volumen del empleo dependen de la magnitud de la demanda agregada cuyo componente más importante es la demanda de inversión.
Las decisiones de inversión, a su vez, son tomadas por los empresarios sobre la base de sus pronósticos sobre la rentabilidad esperada -a la que Keynes llamó “eficiencia marginal del capital”-. El origen de la depresión se ubica entonces en un factor no monetariomonetario: la ganancia que esperan obtener los empresarios. Aunque la tasa de interés desempeña un papel relevante, ya que “compite” con los ingresos que producen las Inversiones. Keynes afirmaba, por un lado, “soy ahora un poco escéptico respecto al éxito de una política puramente monetaria dirigida a influir sobre la tasa de interés” (p.143). Es decir que el gobierno puede no tener control sobre las tasas de los préstamos privados a largo plazo, aunque controle algunos segmentos del crédito. Pero, en segundo lugar, lo que ocasiona la crisis y la extiende en el tiempo no es la volatilidad de la tasa de interés, sino la falta de rentabilidad de los negocios: El colapso de la eficiencia marginal del capital puede ser tan completo que no baste ninguna reducción factible en la tasa de interés. Si una baja de ésta fuera capaz de proveer un remedio efectivo por sí misma, cabría alcanzar la recuperación sin el transcurso de algún intervalo considerable de tiempo y por medio más o menos directamente bajo el control de la autoridad monetaria. Pero de hecho, esto no suele ocurrir, y no es tan fácil resucitar la eficiencia marginal del capital, estando, como está, determinada por la indirigible y desobediente psicología del mundo de los negocios. (p. 265-266)
¿Puede alentarse, entonces, la deprimida confianza de los empresarios? La respuesta deKeynes es que no existe un modo seguro para lograrlo. Es por eso que el Estado debe hacerse cargo fundamentalmente de estimular la demanda a través del gasto público: En condiciones de laissez faire, quizá sea imposible evitar las fluctuaciones amplias en la ocupación sin un cambio trascendental en la psicología de los mercados de inversión, cambio que no hay razón para esperar que ocurra. En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse con garantías de seguridad en manos de los particulares. (p. 320) En la actual crisis, los economistas keynesianos, al menos los que aún escuchan las palabras de Keynes, creen que no alcanza con el manejo de la tasa de interés para reactivar la economía y que el salvataje, en lugar de dirigirse a los bancos, debe orientarse hacia la demanda.
La crisis mundial que se está desarrollando en la actualidad con epicentro en Estados Unidos tiene causas mucho más profundas que las reconocidas por la ortodoxia.
Para estudiarla, en primer término, hay que reconocer que los aspectos reales y financieros de la acumulación no son más que dos caras de una misma moneda. El capitalismo no funciona sin crédito y, en épocas de prosperidad, se generan inevitablemente múltiples oportunidades para la especulación.
Pero el crédito también permite reducir los gastos de circulación, movilizar masas inmensas de capital y, sobre todo, posponer la crisis aplazando los problemas de realización. De hecho, la fiebre de préstamos baratos formó parte seguramente de la fase expansiva que ahora termina; fue lo que fomentó la construcción de viviendas, la producción de automóviles, la compra de electrodomésticos y así sucesivamente. Por tanto, nada se gana con echarle la culpa a las finanzas o a la especulación. Como decía Marx: En un sistema de producción en que toda la trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando éste cesa repentinamente y sólo se admiten los pagos al contado, tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago.
Por eso, a primera vista, la crisis parece como una simple crisis de crédito y dinero. Pero estas letras representan en su mayoría compras, ventas reales, las cuales, al sentir la necesidad de extenderse ampliamente, acaban sirviendo de base a toda la crisis. Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de esas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón; además, especulaciones montadas sobre capitales ajenos, pero fracasadas; finalmente, capitales -mercancías depreciadas o incluso invendibles- o un reflujo de capital ya irrealizable […] por lo demás, aquel todo aparece al revés, pues en este mundo hecho de papel no se revelan nunca el precio real y sus factores, sino solamente barras, dinero metálico, billetes de banco, letras de cambio, títulos y valores. Y esta inversión se pone de manifiesto sobre todo en los centros en los que se condensa todo el negocio de dinero del país, como ocurre en Londres; donde todo el proceso aparece como algo inexplicable, menos ya en los centros mismos de la producción” (Tomo III, p. 460)
Por tanto, el crédito y los innumerables instrumentos financieros que engendra, además de proporcionar inevitablemente un campo propicio para la especulación, desempeñan también un papel esencial pues contribuyen a acelerar
la expansión; pero ni bien la economía entra en declive, la contracción del crédito es también una palanca que precipita por doquier la desvalorización, porque toda crisis significa, en última instancia, destrucción de capital.
El análisis de la actual crisis debe dirigirse, según creemos, hacia las hondas transformaciones estructurales ocurridas en las últimas décadas y sus consecuenciasconsecuencias: las nuevas técnicas productivas, los cambios en la división internacional del trabajo, la nueva conformación de la clase trabajadora y el largo ciclo ascendente iniciado en la década de 1970.
Claro está que ninguno de estos factores forma parte de la discusión que desarrolla la teoría ortodoxa por sus carriles habituales. Por otro lado, es importante caer en la cuenta de que si la crisis es un momento necesario que irrumpe periódicamente en la producción capitalista, es en vano señalar como responsables a la voracidad de los banqueros o a la impericia de funcionarios. Y tampoco puede esperarse que el Estado -ni siquiera el poderoso Estado norteamericano-, por su parte, haga más que contribuir a acelerar o retardar los tiempos de la recuperación y, fundamentalmente, limite su acción a participar, hasta cierto punto, en la distribución de las pérdidas.
Axel Kicillof* (doctor en Economia-UBA)
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 7:38 a.m. 0 comentarios
lunes, 19 de enero de 2009
¿Qué nos depara el 2009 en la economía argentina?
Internacional:
- Hay signos de recesión en la economía mundial. Esto generó una caída en los precios. Un proceso de deflación en los principales países europeos y en EEUU.
- El Banco Central de EEUU (FED) tiene dos objetivos fundamentales: combatir la deflación de precios y la de activos.
- EEUU está pretendiendo inflacionar su economía, emitiendo dinero. Hay una agresiva política monetaria expansiva. (inyección de liquidez, baja de tasas de interés de redescuentos, salvatajes)
- Es de esperar que a mediados de este año la actividad económica mundial se recupere. La teoría económica y la experiencia es suficiente para entender los procesos económicos y viabilizar posibles alternativas de solución.
- El fenómeno de fuerte apreciación del dólar de los últimos meses, se revertiría, lo que causaría un recupero de los precios de los commoditties.
Nacional-Doméstico
- Menor saldo comercial, por disminución de exportaciones, debido a descenso de precios (en mayor medida) y de cantidades.
- Caída muy fuerte de la oferta de dólares para el mercado cambiario.
- Considero dos grandes escenarios:
a) Estabilidad de Precios con recesión:
No hay una modificación de las expectativas negativas total. La política fiscal se vuelve más contractiva. Hay sinceramiento de tarifas (algo de esto lo estamos viendo). El gasto público crece menos que los impuestos. El Mercado piensa que el gobierno cumplirá con sus deudas y esto hace descender el riesgo país, las primas de tasa de interés y, obviamente, retorna la confianza.
La política fiscal prudente, ayuda a establecer un ancla inflacionaria. Toda corrección del tipo de cambio nominal no debería trasladar a precios.
b) Estanflación:
La política fiscal se vuelve más expansiva, menos superávit primario fiscal, menor ahorro. El mercado comienza a sentir posibles de riesgos de incumplimiento de vencimientos. Se incrementan las tasas de interés, el costo del crédito sube, la presión de la demanda de dólares es cada vez mayor. El Banco central sigue perdiendo reservas, y se ve obligado a permitir la devaluación. Hay un salto brusco del tipo de cambio nominal. La inflación sigue en alza, haciendo que el tipo de cambio real disminuya, y la industria pierda cada vez más competitividad. Esto se ve agravado por la caída de las exportaciones y el contexto internacional desfavorable de altas tasas de interés y renuencias para el otorgamiento de créditos. Cae la actividad económica.
Estamos en estancamiento o recesión con inflación.
Es mi ferviente deseo que mis pronósticos no se cumplan para que la Argentina siga creciendo y que no se destruyan puestos de trabajo.
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 9:38 p.m. 0 comentarios
viernes, 2 de enero de 2009
"Economía del comportamiento" (Parte 1°)
Publicadas por Dario Ezequiel Diaz a la/s 3:12 p.m. 0 comentarios